2021, el reto de las urnas

AutorErnesto Villanueva

Primero. La 4T representa, sin duda, no sólo un cambio de gobierno sino una reforma en transición de régimen que se observa por las adiciones y reformas a la Constitución Política y a diversas leyes. Es natural que esos cambios generen resistencias por múltiples razones, que van desde la afectación a intereses particulares, hasta el miedo al cambio por la incertidumbre que ello genera al transformar las reglas del juego, aunque ello sea temporalmente. El dato más visible para la gente y la clase política (más adjetivo que sustantivo) de esta nueva forma de gobernar reside en el ejercicio de la libertad de expresión del presidente de la República contra sus detractores y gran parte de los medios. Esta decisión puede ser calificada de múltiples maneras desde varias perspectivas del conocimiento, pero no es inconstitucional y se encuentra, por ello mismo, protegida por el artículo 6o constitucional. De esta suerte, no han prosperado en tribunales demandas para acotar o restringir este derecho fundamental al titular del Ejecutivo Federal ni, por tanto, hay sentencias (ni las habrá) con carácter de cosa juzgada que censuren a priori o a posteriori al presidente de la República.

Segundo. La narrativa de los detractores de la 4T (con razón o sin ella) sobre la falta de crecimiento de la economía, la ausencia de apoyo a los empleadores, las dudas de las calificadoras internacionales para invertir en México y muchos otros mensajes más han caído en el vacío en la inmensa mayoría de la población, que no entiende ni quiere entender el significado de esos conceptos que van a un público que ya está convencido por el sesgo confirmatorio, en un discurso circular. Tan es así que pese a todos estos datos, sin prejuzgar sobre su veracidad o no, la popularidad presidencial se mantiene en altos niveles de aprobación. Y esto no es gratuito, México ocupa el último lugar de la OCDE en educación, el penúltimo lugar en el equilibrio entre trabajo y vida personal y el antepenúltimo sitio en seguridad. Y a pesar de todo lo anterior, que si se viera bajo un criterio lógico apuntaría a una depresión colectiva, la propia OCDE señala que el nivel de felicidad (entendida como estar a gusto consigo mismo y su entorno) es exactamente igual al promedio de los países industrializados, arriba de Japón, Italia o Irlanda, por citar unos ejemplos. (http://www.oecdbetterlifeindex.org/countries/ mexico/) En ese contexto es comprensible que la narrativa enarbolada...

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