452 años de cárcel... y sin pruebas. La farsa del caso Martí

"Testis unus, testis nullus" estableció hace siglos el derecho romano. Un testigo único es un testigo inválido. Sobre todo si no hay un solo elemento adicional de prueba que corrobore una acusación, que la convierta en categórica y convincente; y también si no existe otra imputación formal de alguien más contra el mismo acusado.

Pablo Solórzano Castro fue detenido el 12 de mayo de 2012 por los mismos agentes federales que en octubre de 2010 intentaron extorsionarlo exigiéndole medio millón de pesos con tal de no involucrarlo en uno de los casos más dramáticos del país, el del secuestro y asesinato del joven Fernando Martí Haik.

El camino escogido para hacer encajar a Pablo en el esquema de la llamada Banda de la Flor y en la de Los Petriciolet fue tan sencillo como perverso: bastó conseguir una foto suya, en blanco y negro, en la Plataforma México y llevársela a uno de los testigos acusadores más prolíficos engendrados por García Luna Productions, un igualmente acusado por el caso Martí, Noé Robles Hernández, apodado El Chi-muelo. Esto ocurría el 11 de diciembre de 2010, dentro del penal de entonces alta seguridad del Altiplano.

Para entonces, Noé había rendido 12 declaraciones ministeriales, en ninguna de las cuales había mencionado jamás siquiera el nombre de Pablo Solórzano Castro (rendidas ante la autoridad en julio, septiembre, noviembre y diciembre de 2009; marzo, abril y septiembre de 2010).

Pero a partir de entonces Noé fantaseó, como lo hizo en unos 80 casos en los que intervino como testigo acusador protegido por el gobierno. Dijo que a Pablo le apodaban El Gallo e hizo un retrato hablado que para nada correspondía al de la foto que inútilmente trataron policías y un agente del Ministerio Público federales que memorizara.

Con ese acusador y testigo único, a Pablo se le sentenció a 452 años ocho meses y 25 días. Bastó con atribuirle de palabra haber sido parte del retén que aparentaba ser de la Agencia Federal de Investigación y que obligó a parar al auto blindado en que el joven Martí, con chofer y escolta, viajaba la mañana del 4 de junio de 2008.

Luego de tortuosas negociaciones con los plagiarios, el empresario Alejandro Martí mandó más de 5 millones de pesos a los secuestradores de su hijo, que aceptaron el trato y ofrecieron liberarlo. El cuerpo del joven apareció muerto a balazos en la cajuela de un automóvil Corsa placas 130-SUJ, en la delegación Coyoacán el 1 de agosto siguiente, 53 días después de haber sido secuestrado.

Mensaje fantasma

El testimonio único del testigo singular Noé Robles Hernández (también se hacía llamar Noé Abraham Soto García) le atribuye a Pablo Solórzano haber estado en el retén falso y se le acusó de haber escrito a mano un mensaje en...

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