La violencia, también por las minas y la madera

AutorAlejandra Guillén y Raúl Torres

AQUILA, MICH.- Tres años después de haber sido desplazados de su tierra, el sábado 8 de febrero varios expolicías comunitarios de Santa María Ostula retorna-l ron para recuperar esta población por segunda vez.

Esa semana realizaron tres asambleas y pidieron apoyo para tomar el jueves 13 el lugar conocido como La Placita e identificado como bastión del crimen organizado. Creen que ahí está Federico González, El Lico, uno de los principales mafiosos de la región.

A El Lico se le atribuye la mayoría de los asesinatos y desapariciones forzadas en la costa michoacana; por eso los desplazados entraron con el respaldo de alrededor de 50 camionetas de los grupos de autodefensa de Coalcomán, Chinicuila, de la cabecera municipal de Aquila y de otros pueblos aledaños.

Paralelamente, en la cabecera de Ostu-la se realizó una asamblea general en la que se determinó reorganizar a su Policía Comunitaria.

Ostula es relevante en la circunstancia actual de Michoacán, ya que el 14 de junio de 2009 el Congreso Nacional Indígena declaró aquí el derecho de los pueblos a la autodefensa.

Dos semanas después los nahuas recuperaron sus tierras ancestrales, que les disputaban pequeños propietarios de La Placita, y para protegerlas crearon su Policía Comunitaria y su Guardia Tradicional (ésta existía hasta los años ochenta, pero el gobierno estatal ordenó al municipio que la disolviera). Sin embargo, en mayo de 2010 el Ejército desarmó a estos grupos y se multiplicaron los asesinatos y las desapariciones forzadas.

El domingo 9 casi se repitió el episodio: al día siguiente de que regresaron a Ostula decenas de indígenas desplazados, los militares entraron al pueblo y tomaron la casa donde se resguardaban las armas de las autodefensas. Pero esta vez la población fue a impedir que se las llevaran. Después de meses de miedo y silencio, exigieron que se mantengan las guardias comunitarias.

Todavía está muy presente el 6 de diciembre de 2011, cuando cuatro sicarios emboscaron a un contingente del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad y separaron de él a Trinidad de la Cruz, de 73 años, uno de los líderes morales de Santa María Ostula. "¡Por qué volviste, viejo cabrón! ¡Te dijimos que no volvieras!", le gritaba uno de los delincuentes. Algunos activistas escucharon o vieron cómo golpeaban al anciano. Al día siguiente apareció su cadáver.

Esos meses fueron de terror. Se reportaba un asesinato o una desaparición forzada cada 15 días, en promedio. Desde junio de 2009, cuando la comunidad nahua recuperó parte de su territorio ancestral y renombró Xayakalan a esa zona, 28 personas habían sido asesinadas y cuatro desaparecidas.

Los sicarios se ensañaron con los líderes viejos, con los más jóvenes, las autoridades comunales, los feligreses afines a la teología de la liberación, los integrantes del Movimiento de Regeneración Nacional y los excomandantes de la Policía...

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