De política y cosas peores / Lección Suprema

Dos maduras señoritas solteras, Himenia Camafría y Celiberia Sinvarón, fueron a pasar sus vacaciones en un hotel de playa. Sentado al lado de la alberca vieron a un caballero muy interesante. Peinaba canas, y ya se sabe que las canas confieren a los hombres un aspecto irresistible. A pesar de eso el individuo estaba solo. Himenia, después de conferenciar con su amiguita, fue hacia el susodicho y le preguntó con un mohín de coquetería: "-¿Por qué tan solo?". "-¿Cómo no voy a estar solo? -respondió, hosco, el sujeto-. Acabo de salir de una prisión donde pasé 20 años". Inquirió la señorita Himenia: "-¿Por qué estuvo en la cárcel?". Dijo el otro: "-Asesiné a mis tres esposas. A la primera la estrangulé, a la segunda le di un hachazo en la cabeza y a la tercera le asesté 40 puñaladas". Al oír eso la señorita Himenia llamó a su amiguita Celiberia: "-¡Yuju, Celi! -le gritó alegremente-. ¡Buenas noticias! ¡Es soltero!"... El menor de mis hijos se llama Plaza de Almas. Es el más reciente de mis libros, quizá el último. Cada libro es para su autor igual que un hijo. Yo estoy de cuerpo y espíritu en sus páginas. En ellas puse todo lo que he podido aprender acerca de los tres grandes temas de todas las literaturas: la vida, la muerte y el amor. Ahí están los artículos que en esta sección he publicado con el mismo nombre: Plaza de Almas, pero la gran mayoría de los textos no han aparecido en forma de libro. En ellos hablo de la gente común, la que no tiene nombre, cuya vida es más apasionante que la de muchos personajes que han alcanzado fama y que no tienen sin embargo la hondura de la gente que pasa por esa Plaza de Almas, llena de humanidad, llena de historias. Algunos de esos textos son dramáticos, incluso trágicos; otros son hilarantes, cómicos. En todos, sin embargo, está el amor como tema principal. Si uno llega al final de los años sin haber aprendido esa lección suprema, la del amor, su vida habrá sido desperdicio. Y este libro, "Plaza de Almas", está lleno de amor. Mis editores de Diana, de Planeta, me dijeron que se habían sorprendido al encontrar en mi escritura una faceta que no conocían: la del cuentista. En efecto, narro cosas que nunca antes había relatado, "con un sentido profundo de la vida...

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