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AutorFabrizio Mejía Madrid

El régimen de "lo posible" permitió la irrupción de lo imposible desde los estrechos marcos de esa organización de la indiferencia a lo que llamamos "democracia mexicana". Casi el doble de los que habían votado antes por López Obrador -32 millones de ciudadanos- irrumpen con una idea que la derecha intelectual, binaria, no ha podido asimilar: el deseo de equidad no era para la mayoría una opción en la boleta, sino una condición misma de la vida política propia, del deseo colectivo de un nuevo "nosotros".

  1. ¿Qué es lo que irrumpió con su cauda de sorpresa el 1 de julio de hace un año? La multitud de votos individuales encuentra en su propio movimiento de aparición, la cifra: 30 millones. Será el discurso del lopezobradorismo el que la constituya en algo que debe atemperar el propio marco del que proviene y que anunció su imposibilidad: una nueva vida donde la competitividad ilimitada y amoral -incluyendo la del crimen organizado dentro y fuera de las instituciones- ya no califique a las personas con base en su poder y precio y, por lo tanto, ya no elimine a los que carecen de todo. El nuevo "nosotros" engloba, por ello, a los sujetos que quieren autoemanciparse del presente de la opresión repetitiva del neoli-beralismo. Es una multitud de votos y, al mismo tiempo, una narrativa sobre un lugar en común del que no se sienten parte porque la categoría de "lo posible" les resulta opresiva. El "nosotros" pasa a ser el de los excluidos de las bacanales del neo-liberalismo en las que se adquieren riquezas y reconocimientos, no por el mérito, sino por la complicidad criminal, el juego de favores mutuos, el desfile de las lealtades. Pero, sobre todo, el "nosotros" que emerge el 1 de julio de 2018 es una mayoría inestable -como todas- que rompe con el "ser contado". El derecho a auto-rrepresentarse y autonombrarse se ejerce en la disputa por una narrativa común: somos los que no somos parte. La diversidad de las exclusiones explota en tres frentes principales, nodos de autoficción: las mujeres, las comunidades indígenas y los jóvenes que no estudian ni trabajan. Esta irrupción de nuevas narrativas descansa en el derecho de autodeterminación sobre el cuerpo, las creaciones, el lenguaje, que eran contadas desde el poder de la cúspide como quejas y no como demandas. Ahora, mediante la narrativa desde la Presidencia de la República, se abre la posibilidad de incorporar las autodefiniciones, las representaciones propias de lo que es uno y en colectivo...

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