Aborto: de eso no se habla

AutorAnna Veciana y Andrés Carvas

RÍO DE JANEIRO.- Los gritos de los vendedores ambulantes del mercado popular de Uruguaia-na, en el centro de esta ciudad, tratan de captar la atención de turistas y potenciales compradores que acuden a este barrio -un Tepi-to en versión carioca- para abastecerse de todo tipo de productos: muebles y accesorios de casa, playeras de fútbol, DVD piratas, componentes informáticos... y pastillas abortivas.

Ni siquiera la reciente publicación en la prensa brasileña del tráfico ilícito de medicamentos para interrumpir el embarazo en este concurrido mercado logró frenar el comercio de estos fármacos, prohibidos en Brasil desde 2005. Proceso lo corroboró sin mayores inconvenientes al abordar a un vendedor de bastones de sel/ies que también ejerce de traficante de pastillas a plena luz del día.

"Puedo conseguir cuatro comprimidos de Cytotec por 270 dólares. Dos son de ingestión oral y los otros dos se aplican directamente por vía vaginal", explica, atento a los movimientos de los miembros de la guardia municipal estacionados a pocos metros.

Ésas son las pastillas que Mariana, una joven brasileña que pide el anonimato, tuvo que adquirir en el mercado negro para interrumpir uno de sus dos embarazos no deseados.

En su primera entrevista sobre el asunto, Mariana recuerda el calvario que vivió cuando se administró sin prescripción médica los medicamentos. "Sangré 15 días. Me acuerdo que salió una bola de carne de mi cuerpo. Sangraba mucho y dolía, latía. Parecía que estaba recibiendo golpes en la barriga".

Por paradójico que parezca, Brasil -país comúnmente asociado a la sensualidad, además de ser una nación gobernada por un Ejecutivo progresista desde hace 12 años-considera el aborto un delito y lo castiga hasta con tres años de prisión. El Código Penal sólo permite la interrupción del embarazo en caso de violación, riesgo de muerte para la madre o cuando el feto es anencefálico.

Es precisamente esta política punitiva la que, según grupos de mujeres y activistas, empuja a mujeres como Mariana a la clandestinidad cuando deciden no seguir adelante con sus embarazos. Algo que supone correr el riesgo de secuelas irreparables o incluso perder la vida. Infecciones, hemorragias o perforaciones uterinas son comunes cuando se reali-I zan intervenciones quirúrgicas sin con-I diciones hospitalarias.

Una ginecóloga y obstetra -quien pide a Proceso la reserva de su nombre- trabaja en uno de los hospitales públicos de la Baixada Fluminense, barrio situado en el norte de la capital carioca conocido por los...

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