¡Acá las tortas!

Tan peculiar le pareció a Jorge González Rodríguez, el nombre de un centro nocturno, que cuando empezó a vender sus tortas en 1967 no dudó en llamarlas igual: El Minuit, aunque algunos le sugerían utilizar su apodo, "El Jarocho", como lo conocían todos.

Al principio, los clientes le preguntaban si el nombre tenía que ver con que hacía las tortas al minuto. Después, alguien le aclaró que minuit en francés significa medianoche.

Con el tiempo ya no hubo preguntas, sólo el gusto por saborear esas tortas de pierna fileteada de cerdo, aguacate, crema, salsa, frijoles refritos y zanahorias en vinagre, al lado, que conservan la deliciosa fórmula de hace casi medio siglo.

Es fácil localizar los puestos en color blanco con letreros luminosos que las anuncian como Súper Tortas Estilo México. Están por doquier, en los alrededores de los estadios Universitario, BBVA Bancomer, el de Beisbol Monterrey, la Arena Coliseo y la Monumental Monterrey.

Aunque antes de vender tortas, Jorge, hoy de 84 años, desempeñó múltiples oficios: dirigió equipos de beisbol de ligas amateurs y condujo un taxi.

También vendió tacos y mariscos, con el apoyo y sazón de su esposa Herlinda Bravo, originaria de la Ciudad de México, y con quien se casó en 1958, un año antes de que llegaran aquí desde el puerto de Veracruz, donde vivían.

"Nos habían dicho que Monterrey era una ciudad próspera, de gente trabajadora, y quisimos probar suerte. No me arrepiento, aunque los primeros intentos de pequeños negocios de mariscos y cocteles no resultaron porque no nos alcanzaba para pagar la renta y los demás gastos", explica Jorge, moreno, de aspecto pulcro y cabello blanco.

Con voz pausada cuenta que empezó a preparar tortas de pavo, milanesa y pierna de cerdo, pero a la gente le gustaron más estas últimas, y él siguió el lema de: "al cliente lo que pida".

En ese tiempo, esta urbe en desarrollo tenía un millón de habitantes, aproximadamente. Él todavía conducía su taxi y pensó que si acondicionaba un remolque para venderlas, podría trasladarlo por el rumbo que mejor le conviniera.

Era un remolque muy sencillo, comparte Ricardo Castillo, quien conoce al veracruzano desde hace más de 50 años.

Desde entonces él le fabrica los anuncios luminosos para sus puestos, y en los 60 le hacía letreros con la palabra TAXI para los techos de los autos, que Jorge vendía entre sus compañeros de gremio.

"Él es alegre y dicharachero", agrega Ricardo. "Le hacía la lucha aquí y allá, y poco a poco se fue para...

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