Acerca de Se endeuda Yucatán 20 años con el Museo del Mundo Maya

De Sergio Arturo Montero Alarcón

Señor director:

Esta aseveración se basa en una supuesta carta que, fechada el 20 de septiembre, se dirige al director general del INAH, Alfonso de Maria y Campos. Allí se denuncian "supuestos daños" a algunas de las piezas y se afirma que el proceso de traslado de las mismas "pone en riesgo" su "conservación e integridad". Además, señalan, "tenemos conocimiento de que la empresa encargada de los traslados no posee la experiencia necesaria para estos trabajos debido a que es de reciente creación", por lo que "ya han ocurrido serios incidentes que han dañado las piezas...".

Quiero aclarar que la empresa puede ser de reciente creación, pero su creador, el señor Salvador Miravete, tiene una experiencia de cerca de 20 años dentro del INAH, donde ha realizado innumerables proyectos de embalaje, movimiento y traslado de colecciones en los museos del INAH y en otros privados; para mencionar sólo un ejemplo, bajo mi dirección realizó las operaciones de rescate de la gigantesca estela (de 35 toneladas) de la zona arqueológica de Tamtok, en San Luis Potosí, sin que se produjera el menor daño a la pieza, no obstante las difíciles condiciones en que se encontraba.

En el caso que nos ocupa, aseguro con toda certeza que las acusaciones de daños a las piezas son del todo falsas, y lo hago en mi calidad de restaurador perito del INAH, fundador de lo que hoy es la Coordinación Nacional de Restauración del Patrimonio Cultural y de la Escuela Nacional de Conservación, Restauración y Museografía, ambas del INAH, con experiencia de más de 50 años en todo lo que se refiere a la conservación y restauración del patrimonio cultural.

Mi participación en este proyecto es como asesor, solicitado por el señor Miravete, con la aprobación de la Dirección General del INAH.

Aunque la corresponsal se cura en salud anteponiendo a todas las acusaciones que menciona la palabra "supuesto", me parece completamente irresponsable su publicación sin haber investigado su veracidad en la propia acción del proyecto, con lo cual da por hecho que estos daños se produjeron, y con esto siembra la duda. Se puede probar -mediante los dictámenes emitidos por los restauradores enviados por el INAH e innumerables fotografías, además de la constatación de los restauradores al revisar las piezas a su llegada al museo- que no existen tales daños y que los procedimientos fueron estrictamente profesionales, apegados a los cánones y a la ética de la conservación...

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