Acerca de El pueblo dirá qué país quiere

Señor director:

El llamamiento a crear un Constituyente ciudadano-popular que se efectuó en el Centro Universitario y Cultural (durante el aniversario de la Constitución de Querétaro), descrito en Proceso 1997 (El pueblo dirá qué país quiere), me parece una excelente idea, y creo que todos los que aborrecemos lo que está ocurriendo en nuestro país deberíamos adherirnos a él.

Si añadimos a las causas que tienen hundido al país los casos abominables de Ayotzinapa, de Tlatlaya y la infiltración del narcotráfico en todos los niveles del gobierno, la conveniencia de realizar dicho Constituyente es más perentoria que nunca. Me parece importante, sin embargo, hacer notar que dicho esfuerzo, aun suponiendo que tenga éxito, no podrá lograr por sí solo el desplazamiento del mal gobierno que tenemos.

Se dice que hay dos -y sólo dos- vías para dejar atrás el sistema que nos rige: la lucha armada y la electoral. Unos afirman que como la pugna electoral no es sino un mero espectáculo teatral organizado con sumo cuidado por el régimen priista, no queda otro camino que la lucha armada. Otros son de la opinión de que, como esta última carece de viabilidad ya que el gobierno -asociado al de EU- goza de un poder militar enorme frente a un pueblo inerme en lo fundamental y en donde una guerra civil no posee la menor simpatía entre la sociedad civil, no hay más ruta que la de la contienda electoral.

Hay además otra posición, que se autocon-sidera escéptica: las dos formas mencionadas no conducen a un verdadero cambio y, por tanto, estamos condenados a seguir padeciendo el podrido régimen en que nos ha tocado vivir. Este escepticismo le viene como anillo al dedo al régimen, porque sus partidarios...

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