Un acta de nacimiento de 1970 revela otra mentira de Isabel Miranda

AutorRicardo Raphael

Tejupilco de Hidalgo, tierra caliente, comunica al Estado de México, Guerrero y Michoacán. De esta población es originaria la familia de Isabel Miranda Torres. Su abuelo Fausto fue arriero y su padre también, de adolescente.

La casa de los antepasados se ubica detrás de la escuela primaria Leona Vicario. A un par de cuadras de ahí corre la calle Independencia, también conocida como "el camino al cementerio". Sobre esa vía ha habitado la familia León durante al menos cinco generaciones.

Isabel pasó su infancia admirando a las familias ricas de Tejupilco, sobre todo a ese otro apellido, que hizo fortuna gracias a la usura en la época de las tiendas de raya: cuando nació Isabel, en 1951, los León eran dueños del centro de la ciudad, del billar, de la fábrica de hielos, del mesón, de la farmacia y de medio Tejupilco.

Sesenta y ocho años después, una serie de entrevistas realizadas a varias personas de distintas generaciones -que conocen bien la historia de la gente originaria de la población- permiten reconstruir una parte desconocida de la biografía de Isabel Miranda, así como los intrincados vínculos entre las familias Miranda y León.

Cuenta un hombre mayor, de apellido Olivos -un mecánico que conoció de cerca a Fausto Miranda Benítez-, que el abuelo de Isabel quedó viudo muy joven y él solo sacó adelante a su descendencia, incluidos Fausto Miranda Romero y la tía Guadalupe. Alfonso León Hernández, dueño de la tienda veterinaria, todavía guarda memoria de Guadalupe Miranda Romero: "Una mujer de piel clara, guapísima, con una gran personalidad".

Guadalupe tenía 16 años cuando contrajo nupcias con Carlos León Sánchez: fue noticia muy comentada en su época que formaran familia la hija del arriero y uno de los herederos de la principal fortuna de Tejupilco.

La pareja tuvo cuatro descendientes: Carlos, Angelina, José y Elizabeth, todos de apellido León Miranda. Pero, porque los gallos y las mujeres, la irresponsabilidad y la vida liviana eran los vicios del marido de Guadalupe, aquella tía hermosa y aguerrida un día decidió mudarse a vivir a la Ciudad de México únicamente con sus hijos. Entonces la familia León ayudó a la joven divorciada a rehacer su vida.

Corrían los años cuarenta del siglo pasado cuando Guadalupe echó a andar varias loncherías, en las que instaló vitrolas de monedas. Descubrió cuán buen negocio era la renta de esos artefactos, así que habló con la competencia y mandó poner música en cuanto local cerrado le dio permiso. Años después conoció al arquitecto Eduardo Pérez de la Fuente, que en sus ratos libres ejerció de luchador profesional y compartió escenario con Wolf Ruvinskis. A su lado, Guadalupe continuó su vida.

En la tradición de los abuelos de sus hijos, Guadalupe invirtió las ganancias de su negocio en préstamos; cobraba réditos tan altos que algunos de sus clientes la acusaron de ser una agiotista.

Mientras Guadalupe prosperaba en la colonia Roma de la Ciudad de México, donde se estableció con comodidad, su hermano Fausto Miranda Romero y la esposa de éste, Élfega Torres, dejaron Tejupilco para instalarse en la actual colonia Agrícola Pantitlán, uno de los primeros barrios de Ciudad Nezahualcóyotl.

Por aquellos años, en esa tierra salitrosa no había servicios y el polvo de las calles percudía la ropa. Con todo, Fausto, el joven arriero, se empeñó...

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