La actualidad de Arnaldo Córdova

AutorEnrique Semo

Tal afirmación es menos cierta si incluimos a los autores extranjeros. Mas si pretendemos ver con ojos autóctonos las particularidades de nuestros países; arrancar no de un modelo europeo para entender lo nuestro, sino usando la misma ciencia universal; comprender nuestro desarrollo en sus propios términos e incluso mirar a Europa y a Estados Unidos desde nuestra realidad, hay que realizar un proceso de descolonización del pensamiento latinoamericano. Arnaldo Córdova pertenece a los pioneros de una corriente cada vez más nutrida y caudalosa que, implícita o explícitamente, construye un pensamiento latinoamericano y mexicano, en el mismo sentido que podemos hablar de un pensamiento estadunidense, chino, italiano o francés. Si bien la visión desde el terruño tiene un lugar sólido en la literatura latinoamericana, no podemos decir lo mismo de la sociología política. Cuando muchos autores de Estados Unidos escriben sobre la crisis económica actual, lo que les interesa es el impacto que tiene y tendrá sobre su país. Cuando los europeos escriben sobre emigración, nacionalidad y desempleo, lo hacen desde y para la realidad europea.

Nadie negará que la historia de América Latina y de México en los últimos dos siglos poco se parece a la europea o a la estadunidense. Sin pretensiones de una excepcionalidad absurda, es preciso aceptar que se necesitan categorías propias, enfoques originales y una vasta experiencia política local para entenderla cabalmente e intentar responder a preguntas que no tienen respuesta universal. ¿Cómo afectó la Guerra Fría a México? ¿Cuál fue el impacto de la Revolución Cubana? ¿Qué efectos han tenido las victorias de Ronald Reagan, MargaretThatcher y el neoliberalismo en México? Arnaldo es un descolonizador intuitivo -estupendo y siempre sorprendente- del pensamiento mexicano y sobre México; de ahí su originalidad y pertinencia especiales en el estudio de su tema. Hay una línea sólida en el pensador cuya juventud transcurrió en Michoacán con militancia en el Partido Comunista y prosiguió en la Ciudad de México con ciclos de militancia en el movimiento sindical, en el PSUM, en el PRD y en Morena que le dan a su investigación rigurosa unas raíces nacionales muy profundas. Es verdad que estudió varios años en Italia, que se consideraba discípulo de Umberto Cerroni y partidario del pensamiento de Gramsci. Pero su marxismo era todo menos dogmático, comprendía que el gran pensador alemán sólo había podido trazar el rumbo de las grandes tendencias del capitalismo y la acción revolucionaria, y que el resto quedaba para el hacer del investigador.

Casi toda la obra de Arnal-do Córdova cubre los orígenes del sistema político posrevolucionario, del partido único en el poder, de la imposición de un sistema corporativo sobre las masas, la reforma agraria cardenista, la industrialización y el desarrollo estabilizador. Como dijimos ya, hasta 1982. Desde entonces comienza una nueva fase que ha recibido varios nombres. Algunos la llaman el periodo del neoliberalismo; otros, de la transición a la democracia, mientras que observadores menos optimistas hablan de Estado Fallido o incluso de Estado Canalla. Es evidente que algunos de los rasgos analizados por Arnaldo Córdova han desaparecido o se han modificado. Pero esto de ninguna manera invalida o hace menos actual el trabajo de Córdova. A) Porque para entender los orígenes y los límites del neoliberalismo actual hay que conocer a fondo la historia del México del PRI, del presidencialismo absoluto, de los tapados, de la semilegalidad de la izquierda, del milagro mexicano sin redistribución del ingreso, de la dependencia negociada, del yugo del corporativismo y del caciquismo generalizado. B) Porque en México los gobernantes usan ahora una ululante demagogia del cambio. Según ellos, un cambio vertiginoso al cual tenemos que adaptarnos o morir en la ruina; unas reformas estructurales a las cuales debemos someternos para que el país no quiebre; una modernización eterna porque el áspero mundo competitivo no perdona; y resignarnos con una sonrisa ante los inevitables sufrimientos que todo esto causa.

Se trata del mundo del presunto cambio, del cambio apócrifo en que supuestamente hay que romper con los arcaísmos y con la rutina. Según Peña Nieto y sus huestes, todas esas medidas son "necesarias", pero sorprendentemente siempre acaban por hacer más ricos a los ricos y más pobres a los pobres. Entonces descubrimos que no todo ha cambiado; más bien en muchos espacios, en medio de la demagogia, en la realidad, impera el principio eterno de "cambiar para que todo siga igual". La clase dominante ha conservado todo lo que en el sistema anterior servía a sus privilegios, y su conservadurismo se aferra obstinadamente a todas y cada una de las tradiciones políticas que le sirven para inutilizar las concesiones que debió hacer cuando en el mundo y en México el pueblo conquistaba una tras otra posiciones de justicia social. Prácticas como el "gobierno fuerte", el presidencialismo, el populismo, la fidelidad a las grandes empresas, la dependencia, la dominación corporativa, la corrupción, siguen hoy tan vigentes como ayer, posiblemente en un orden de importancia diferente. Y es entonces que la actualidad del pensamiento de Arnaldo Córdova se impone con toda su fuerza por las dos razones que hemos expresado...

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