AHOGADO DE LA RISA

Miren nomás lo que me tengo que chutar en el mail...

"Estimado señor Don Pez Globo:

Por medio de la presente le quiero comunicar que no me causó nada de gracia que haya atribuido el chiste del perro dálmata a un mail llegado de Monterrey, siendo que originalmente el mail se generó en Saltillo en nombre de quien suscribe esta misiva..." Bueno, lo bueno es que vino acompañado de un chistorete...

Resulta que en un avión, de esos antiguos de hélice, viajaba un grupo de estirados ingleses que volaban rumbo a los incipientes poblados de África del Sur cuando, repentinamente, surge una falla en el motor y el piloto se ve forzado a hacer un aterrizaje de emergencia.

Pasada la sacudida, de la cual todos salieron bien, se dan cuenta de que habían quedado clavados en medio de una cerrada y espesa jungla llena de mosquitos y fi eras que asomaban sus brillantes ojos a través de las grandes hojas que rodeaban la aeronave.

Así las cosas, ninguno de ellos quería bajar del avión y así, encerrados, pasaron los primeros días, abasteciéndose de los víveres que llevaban.

El tiempo pasa y todo se acaba, pero los "lords" y las "ladies" no estaban dispuestos a bajar del avión, aunque el hambre apremiaba.

Poco a poco, la desesperación hace presa de la tripulación, los pasajeros se veían entre sí como promisorios platillos culinarios hasta que, de pronto, un sujeto tipo Indiana Jones, con su pantalón caqui, su camisa de lona arremangada y su sombrero de piel y dice tajantemente ante el súbito silencio de todos los quejosos: "Voy a ir por comida".

El hombre abre la escotilla del avión y desaparece entre la espesura de la selva ante la mirada de todos, que se vuelcan a las ventanas.

Pasan los minutos y la expectación crece, cada vez los murmullos van dejando paso a un silencio de nervios...

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