Ahogado de la risa

Desperté con una gran incógnita: ¿a los caracoles les amanece baboso?

Un sábado por la mañana estaba un tipo con su esposa en la casa:

- Amor, ¿qué crees que te haré de comer?

- ¿Albóndigas? ¿Huevos?

- No chaparrito, no... te haré ¡sopa de caracol! Sólo que necesito que me hagas un favor -pide la mujer-.

- ¿Qué favor? -pregunta el tipo un tanto decepcionado-.

- Que vayas al mercado por los caracoles... tráeme unos 50.

Medio enojado el tipo se levanta del sofá, agarra una bolsa de mandado y sale de la casa. Justo cuando cerró la puerta, sintió un chingadazo en la espalda.

- ¡Compadre, qué bueno que me evitó la pena de tocarle!

- ¿Quiúbole compadre, qué haciendo? -dice el tipo al tiempo que se sobaba el madrazo de la espalda-.

- Pues vine por usted para irnos de putas

- Ay compadre, me va a tener que disculpar, pero hoy sí le quedo mal, tengo qué ir al mercado.

- ¡¿Quéééé?! No me salga con esas mamadas cabrón, porque soy capaz de regresarle a su pinche chamaco que le bauticé, por ser usted un pinche mandilón -dijo indignado el compadre-.

- Óigame compadre, no soy mandilón.

- Pues demuéstrelo, cabrón.

- Está bien, vamos a donde usted diga.

Al tipo le valieron madre los caracoles y se fue con su compadre, quién previamente ya había apalabrado a cuatro chicas para irse a una casa que tenía el tipo en Cuernavaca. Pasaron por ellas y al llegar a la ciudad de la eterna primavera comenzó la fiesta; carne asada, alberca, música, alcohol, sexo, intercambios, más alcohol, más sexo. Pasaron las horas, la juerga de a poco se extinguió y el lunes a las 8:00, el tipo que aún estaba pedo, se acordó de su mujer y de la madriza que le iba a poner por no llevar...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR