Ahogado de la risa

Y para recordar mi primera subida al ring, hay les van unos de pugilistas que les sacarán la risa hasta quedar KO.

Un pugilista recibía la paliza de su vida, tenía la cara como un poema, mejor dicho como un Picasso o un cuadro abstracto... de lo hinchada y deformada.

Echaba sangre como para llenar un bote de catsup, los ojos ya ni se le veían y se tambaleaba cual borracho.

Estuvo a nada de caer por tercera vez, pero lo salvó la campana que anunciaba el final del sexto round.

De tan mareado, ni encontraba el camino a la esquina.

Al final la encuentra gracias al cordón que rodea el ring, se sienta en el banquillo y en lo que le ponían hielo en la cara (si a ese adefesio se le podía aún llamar así), tiene el descaro de preguntar:

-¿Entrenador, cómo va la pelea?

-Si lo asesinas en este round, empatamos.

Se encuentran dos amigos y uno le dice al otro:

-¿Te enteraste que Gonzalo murió en el ring?

-No, carajo... ni siquiera sabía que era boxeador.

-No lo era, murió electrocutado al tocar el timbre.

Un boxeador que padece insomnio le cuenta acerca de su problema a su mejor amigo.

-¿Oye, y has probado contar hasta quedarte dormido?-, inquiere su compa.

A lo que el pugilista responde:

-Claro...

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