Alemania y el desafío de mantener viva la memoria contra el nazismo

AutorYetlaneci Alcaraz

BERLÍN.- En el verano de 1938 un frenético Adolfo Hitler -en la plenitud del poder y con una Alemania rearmada- buscó reivindicar lo que supuso como el derecho de la raza alemana a un "espacio vital" mayor. Para ello inició una agresiva política exterior que buscó recuperar los territorios arrebatados a los germanos por el Tratado de Versalles, al término de la Primera Guerra Mundial.

A finales de 1937 presentó ante la plana mayor del ejército sus planes de guerra, causando recelo en algunos miembros de las fuerzas armadas.

Dispuesto a que nada ni nadie le evitara hacerse del "espacio vital" suficiente para los arios, a principios de 1938 destituyó, incluso, al ministro de Guerra, Werner von Blomberg, y al comandante en jefe del ejército, Werner Freiherr von Fritsch, y asumió personalmente la comandancia suprema del ejército. El hecho incrementó el descontento de quienes veían con malos ojos las intenciones bélicas del líder nazi.

En marzo de 1938, el fuhrer logró la anexión pacífica de Austria al Tercer Reich y durante el verano apuntó hacia Checoslovaquia. Buscó a toda costa ocupar los territorios de Bohemia, Moravia y Silesia Oriental, donde se asentaban los denominados sudetes, como se le llamaba a las minorías alemanas que habitaban en esas regiones y que ascendían a 30% de la población.

Pero tal empresa significaba una confrontación abierta con Francia e Inglaterra, lo que algunos de sus subalternos del ejército rechazaban por completo. Otra guerra con las potencias occidentales, argumentaban, sería una catástrofe para el país.

Entonces, desde el interior del ejército se comenzó a gestar un primer intento de golpe de Estado contra Hitler: uno que buscaba, sobre todo, alejar a Alemania de una guerra y, en consecuencia, garantizar la paz en Europa.

Uno de los que más vigorosamente se oponía a Hitler fue el jefe del Estado Mayor, Ludwig Beck, quien entre mayo y julio de 1938 buscó en vano convencer a los generales de que dimitieran colectivamente, como una manera de presión para evitar la guerra.

Su iniciativa no prosperó y se limitó a su propia renuncia. Sin embargo, se convirtió en la principal figura de la oposición militar, y en torno a él y Carl Frie-drich Goerdeler, quien fue alcalde de Leipzig y lideró la resistencia civil, formaron un círculo de opositores que buscó orquestar el golpe desde lo más cercano posible al poder.

Dentro de la Oficina de Asuntos Exteriores y Defensa del Alto Mando otro grupo de opositores se organizó con...

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