De las ampliaciones del Estado laico

AutorCarlos Monsiváis

Desde antes el gobierno de Guanajuato, derecha moderna si alguna, se opone al libro de biología de la SEP y presenta el suyo, donde modifica la información sobre equidad de género, enfermedades de origen sexual y métodos anticonceptivos (septiembre de 2009). Según el presidente de la Confederación Nacional de Escuelas Privadas, José Manuel Velasco, el libro de biología oficial "no formaba buenas personas por las perversiones de su contenido que obedecen a la declaración y plataforma de acción de Beijing; también, no se le da categoría de persona al óvulo fecundado y no se condena a la homosexualidad", que es de suponerse se define por la relación entre dos malas personas con perspectiva de subgénero.

Hace 10 años el Estado laico era una expresión casi en desuso. No había por qué mencionarlo por ser una realidad histórica. En 2000, al llegar al poder una derecha que se ilustraba besando el anillo papal, la expresión Estado laico se volvió de nuevo una gran bandera. El presidente Vicente Fox dijo, atrapando los conceptos como si fueran moscas descuidadas: "¿El Estado laico, y eso con qué se come?". Como él, pero sin su franqueza laberíntica, los jerarcas católicos, los funcionarios del gobierno federal y los alcaldes, diputados, senadores y gobernadores de Acción Nacional han seguido la línea del Vaticano y se han propuesto hacer del laicismo una mala palabra, una antigualla antirreligiosa, la intrusión del Estado en los derechos de los padres de familia. La emergencia de criterios, el cambio acelerado de costumbres, el entendimiento lúdico y crítico de lo necesario por inevitable y de lo inevitable por necesario, señalan, entre otras cosas, la urgencia de hacer explícito en lo jurídico y en lo cultural el cambio, o mejor, la ampliación del sentido del Estado laico. Ya se vive, social e incluso jurídicamente, en otro Estado laico que intenta reducir o eliminar la derecha, también ensanchada en sus cúpulas. Por eso la consideración crítica exige su despliegue.

El ataque a las libertades no reside básicamente en las proclamas de la derecha sin argumentos adjuntos, sino en su afán inexorable: entorpecer o destruir hasta donde se puede el desarrollo civilizatorio y regresar al país a las canciones de cuna del siglo XIX, lo que quizás se debe a que no están muy enterados de los arrullos de la Edad Media. Y los sectores que son o se fingen democráticos no han tomado en serio la embestida contra el Estado laico, atenidos a lo irreversible de la secularización. Esto es innegable, pero el Estado laico no consiste únicamente en sus conquistas históricas (la defensa de la enseñanza sin ataduras confesionales, la libertad de cultos, las libertades de expresión, el derecho a la diversidad religiosa), sino, y también muy fundamentalmente, en el espacio concedido a logros de la vida contemporánea, para empezar la despenalización y el derecho al...

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