"Ana y Bruno"

AutorJavier Betancourt

En el tercer piso, el encargado realiza sus curas, y ahí los electro-shocks se aplican como si fueran aspirinas. Para colmo, la niña comienza a hacer migas con una serie de personajes espeluznantes que resultan provenir de las alucinaciones de los enfermos.

Contada así, esta animación de Carlos Carrera, Ana y Bruno (México, 2017) provoca escalofrío, y así se entiende la controversia mediática de que algunos padres de familia cuestionen llevar a su hijos a verla, pero el diseño y la manera en que está narrada, de principio a fin, la hacen 100% apta para niños, y disfrutable para los adultos.

Claro, los padres tienen la última palabra y sólo ellos pueden decidir, pero entonces éste debería ser el caso para cualquier película supesta-mente para niños, y habría que empezar desde las sádicas animaciones de Tom y Jerry, hasta el trabajo de Tim Burton... ¿ha habido algo más tanático en el cine de animación que El cadaver de la novia?

Aquí todo sucede desde la perspecitva de la niña, una muy sana, ingenua y valiente. En la primera parte, el público entiende sólo mediante Ana va descubriendo de qué va la movida; el público infantil se identifica fácilmente y la acompaña a través de los difentes niveles que maneja Carrera, desde la triste realidad de la pareja hasta la fantasía y el delirio, respetando la lógica de cada nivel.

Sí hay un punto de bifurcación en donde se separa la experiencia de la niña de la del espectador: El duende verde, el elefante rosa, el excusado ambulante, la mano con ojo y demás...

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