Andrés Manuel vs López Obrador

AutorAgustín Basave

Andrés Manuel López Obrador es un creciente ejemplo de esta paradoja. Se trata de un personaje de una notable complejidad que, sin mengua de ello, se expresa en un discurso binario y cada vez más se condensa en acciones de una dualidad asimétrica. Andrés Manuel es profundamente religioso, idealista y justiciero, mientras que en López Obrador predominan la rijosidad, el maquiavelismo y el sectarismo excluyente. Esta suerte de bipolaridad es, a juicio mío, el resultado de sus circunstancias y no de su ADN.

El joven de fe e ideales se endureció en la lucha social; el hombre comprometido con los marginados se hizo taimado a golpes de realidad y pragmatismo. El predicador de la república amorosa, en suma, trocó en un presidente vengativo. Su parteaguas fue 2006. Aunque Andrés Manuel recibió muchos golpes bajos desde los años 90, cuando el aparato del antiguo régimen empezó a echársele encima, fue en su primera elección presidencial cuando resintió el mayor impacto. López Obrador nunca perdonó la campaña sucia que lo paró a la mala, y su resentimiento creció con el tiempo. Culpó, con razón, a un grupo de políticos y de empresarios con nombres y apellidos, pero poco a poco la lista específica de la mafia del poder se volvió genérica y pródiga en abstracciones: el PRIANRD, el empresariado, el periodo neoliberal. Todos los dirigentes de esos partidos, todos los empresarios, todos los que trabajaron en el gobierno desde 1982 se volvieron culpables. Con dos salvedades; los cleptócratas del sexenio 2012-2018 se redimieron porque le "permitieron" llegar a la Presidencia, y muchos expriistas y verdes de diversas épocas recibieron un certificado de no antecedentes "venales". La generosidad de Andrés Manuel se transfirió a López Obrador en otro contexto: en tratándose de consolidar su poder y ejercer su revancha, ha sido generosamente amnésico con muchos de los corruptos que saquearon a México.

Con todo, creo que sus malquerientes suelen equivocarse en dos cosas. Una es pensar que es un resentido de oficio y la otra es que su discurso de valores cristianos es falso. A mí me consta que antes de 2006 López Obrador no albergaba el rencor que carga ahora, y que todavía hoy Andrés Manuel es sincero cuando habla de perdón y fraternidad en las escasas ocasiones en que no llega a las mañaneras con la espada desenvainada. El problema es que la llama de su cristianismo es fácilmente apagada por el vendaval de su encono pendenciero. Son las contradicciones a que me...

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