Mis años en Proceso

AutorFlorence Toussaint

I. Mi experiencia en "Proceso" Llegada

Proceso tomaba vuelo; faltaban dos años para que terminara el sexenio de López Portillo. Me aceptaron para colaborar en la sección de cultura, con una columna quincenal sobre radio. La de televisión estaría en manos de María Llobet de Maldonado. Meses después María renunció y Rafael Rodríguez Castañeda, en ese momento jefe de redacción, me llamó a su oficina. Era una buena noticia. Mi trabajo les había gustado y me ofrecían tomar el relevo y escribir cada ocho días. Tuve alegría e inquietud: ¡Cada ocho días!, me imaginaba incapaz, estresada, a un ritmo para el que apenas me sentí preparada. Acepté. A partir de entonces seguí y seguí. Llevo más de 30 escribiendo cada semana, aun en días de asueto, Navidad o Año Nuevo.

Pronto llegaron otros encargos, conferencias de prensa, entrevistas, reportajes. Las puertas se abrían de inmediato, Proceso ya estaba acreditado. No sufrí los rechazos que hubieron de padecer los fundadores. En esta etapa trabajé muy de cerca con Armando Ponce, segundo del jefe Vicente Leñero en la sección cultural. Sin fax, menos correo electrónico, todos los jueves debía llegar con mi nota -escrita en máquina portátil Olivetti- a la redacción. Armando la corregía y se la pasaba a Vicente para su lectura última. Me daba indicaciones, sugería temas, me enviaba a entrevistar. Eran momentos de intercambio con los compañeros, de plática sobre las noticias, de enterarse de asuntos que permanecerían off the record. Y claro, con suerte, encontrarse en las escaleras o en el segundo piso con don Julio Scherer García.

Ese encuentro deseado también me desazonaba, pues él siempre tenía un comentario a la nota publicada, una corrección, un aplauso o una crítica severa. A veces sólo era un: "¿Cómo está, señora?", con su cálida sonrisa en sus pupilas claras. La nota cuyo encabezado vaya a la portada (en el caso de los diarios a las ocho columnas) es una victoria. Se siente uno como quien recibe una medalla. Y aunque el éxito sólo dure una semana, sabe a gloria.

Recuerdo vividamente mi primera portada. La obtuve con una entrevista con Pablo Marentes, quien llegó a dirigir Canal 13 al cambio de sexenio. Fuimos a verlo Armando y yo, únicamente para enterarnos de la situación por la que atravesaba la televisora y concertar la entrevista. En esa plática nos dimos cuenta de que habría declaraciones importantes sobre el desastre financiero, organizativo y de producción que había dejado la hermana del expresidente, Margarita López Portillo, así como el exdirector de la emisora, Joaquín López Dóriga. A la cita formal acudí sola, conversamos en su despacho una hora. Dos de sus funcionarios lo acompañaron. Prendí mi grabadora, él prendió la suya.

Se suponía que la entrevista sería exclusiva; no lo fue. Marentes habló con otros periodistas. El viernes apareció una nota de...

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