Antonio Tabucchi (1943-2012) en el gran teatro del mundo

Tabucchi alcanzó a imaginarse Los tres últimos días de Fernando Pessoa. Del 28 al 30 de noviembre de 1935, el desconocido poeta agonizante recibió en la clínica de San Luis de los Franceses la visita de sus heterónimos. Más que apócrifos son poetas reales con una verdad de papel inventada en vida y obra por Pessoa. Allí fueron a despedirse de él Ricardo Reis, Alberto Caeiro, Álvaro de Campos y hasta otras creaciones suyas como Coelho Pacheco que escribió un único poema en toda su vida.

Un encuentro en Lisboa

Lo que el autor de Sostiene Pereira y La cabeza perdida de Damasceno Mon-teiro no alcanzó a representarse, quizá nadie lo ha hecho, es que en 1919, poco antes de su regreso a Buenos Aires, Borges, de 20 años, conversó en un café lisboeta con Fernando Pessoa, de 31. A ese joven tan orgulloso de sus antepasados lusitanos, le había dado una tarjeta de presentación Isaac del Vando Villar, animador en Sevilla de la revista Grecia, publicación ultraísta en que llegó a colaborar el futuro gran poeta portugués. Si para la historia hispanoamericana es un gran enigma lo que hablaron Bolívar y San Martín en su entrevista final de Guayaquil, para la historia literaria será siempre un misterio ese posible encuentro en Lisboa. Acaso se dijeron que el poeta es un fingidor pero que al fingir alcanza la única posible sinceridad. Comentaron que el autor siempre habla solo pero, como quien interpreta un monólogo teatral, se dirige sin remedio a un interlocutor que en su ausencia se hace presente. Tal vez añadieron que escribir es dialogar con los muertos. Por tanto cada página no puede existir si no está hecha de miles de páginas anteriores. Así, resulta un acto de justicia adjudicar las propias invenciones a autores que no existen. Se despidieron aquel día de 1919 sin saber el destino literario que esperaba a ambos y nunca volvieron a verse.

Historia universal del azar

En 1935, el año en que murió Pessoa, Borges publicó su primer libro de cuentos, Historia universal de la infamia, producto del deslumbramiento que le causaron las Vidas imaginarias (1896) de Marcel Schwob. Tabucchi tuvo una casa en París, precisamente en el apartamento de la rue de l'Université en que había vivido y escrito Schwob. Su esposa, Margueritte Moreno, la actriz de la Comedia Francesa y decenas de películas, vivió en Buenos Aires como Schwob, ya muy enfermo, hizo su último viaje a Samoa en busca de su gran amigo Robert Louis Stevenson, a quien nunca llegó a conocer. Stevenson...

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