Apoteosis con alfileres y cierre de perdición

AutorLeonardo Paez

Con sólo 16 festejos concluyó la llamada Temporada "Grande" 2018-19 en la Plaza México, denominada así para diferenciarla de la "chica", o de las novilladas, que desde hace años está reducida a un mero requisito para autorizar la venta del Derecho de Apartado -generalmente incumplido- del serial de invierno, no con la firme intención de estimular y poner a competir a jóvenes toreros que tienen cualidades y que en el mediano plazo debieran tomar la estafeta del relevo generacional.

Pero eso fue antes, cuando los carteles se nutrían por dos o más toreros que surgían cada año y que luego de triunfar en las principales plazas tomaban la alternativa, salían a presionar a los consagrados y convocaban a un público ansioso de ver la competencia real entre unos y otros ante toros bravos.

Luego, el neoliberalismo taurino prevaleció, la autorregulación se entendió como un capricho de los millonarios despreocupados por las pobres entradas y la dependencia anual a los veteranos diestros extranjeros redujo a lo mínimo el interés por los diestros nacionales.

En la decimotercera corrida, con menos de un cuarto de entrada, prueba de que los triunfos obtenidos no garantizan más asistencia debido al reciclaje de carteles, el español Antonio Ferrera y los mexicanos Arturo Saldívar y Diego Silveti partieron plaza por segunda ocasión para lidiar un encierro de Villa Carmela, disparejo de presentación pero con tres ejemplares que merecieron mejor suerte.

Ferrera, luego de triunfar en la quinta corrida con un noble toro de Santa Bárbara, repitió color, ahora con Luna llena, cuya fuerte embestida detuvo y picó en lo alto el varilarguero mexicano Alfredo Ruiz.

Fue otra faena entre altibajos de his-trionismo, muletazos templados y entre encorvados y con el pico de la muleta a una bravura que evidenció el contraste entre el buen estilo del toro y la discreta expresión del torero.

Una oreja era más que suficiente, pero el juez Ramos otorgó dos en vez de ordenar arrastre lento a los despojos del bravo y noble astado, quizá porque Ferrera volvió a incurrir en la impertinencia de sugerirle con señas que premiara al toro con la vuelta al ruedo.

Saldívar trajo al santo de espaldas: su segundo se inutilizó en un par de banderillas y en lugar de ser sustituido el juez corrió el turno, incurriendo en un nuevo petardo. Regaló uno deslucido de Xajay al que Fernando García hijo colocó soberbio par de banderillas.

Silveti, tras su discreta actuación en la segunda corrida, volvió a...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR