Apoyo al coleccionismo, exigencia de Pérez Escamilla

AutorJudith Amador Tello

Lamentaba, sin embargo, la falta de apoyo y hasta el “vituperio y maltrato” por parte de las instituciones oficiales. Así lo expresó en 2004 en una entrevista con Proceso, no publicada hasta hoy, en la cual se habló de un proyecto para impulsar el mecenazgo, que la entonces presidenta del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta), Sari Bermúdez, mencionó como uno de sus propósitos y finalmente no se cumplió.

A decir del investigador y coleccionista, fallecido en noviembre pasado, durante el siglo XIX hubo pocos coleccionistas; en aquella época se trataba “más bien de un coleccionismo compulsivo y emotivo, donde lo mismo se reunían obras de arte colonial o virreinal que animales monstruosos por su tamaño, piezas geológica y demás. No había tampoco museos organizados”.

Entre los coleccionistas que mencionó de aquella época están Joaquín Pérez Martínez, arzobispo de Puebla y cuya colección –contó– fue parte del primer patrimonio adquirido por el Museo de San Carlos; Ramón Alcázar, de Guanajuato; y el historiador, político y bibliófilo Alfredo Chavero.

Del siglo XX citó a “personajes que han sido poco estudiados, magníficos coleccionistas, encabezados por el ingeniero Marte R. Gómez, gran promotor cultural a quien –entre otras cosas– debemos los murales de Diego Rivera en Chapingo”, e inició en el coleccionismo a sus colaboradores César Martino, Pascual Gutiérrez Roldán y Eduardo Morillo Safa.

Pérez Escamilla reconoció también “como grandes impulsoras del coleccionismo del arte mexicano a Carito e Inés Amor, con la Galería de Arte Mexicano, trabajo continuado ahora por su hija Mariana Pérez Amor”; así como a los propietarios de la Galería Arvil, Armando Colina y Víctor Acuña; a Franz Mayer, cuya colección dio origen al museo que lleva su nombre; Alvar Carrillo Gil, “con una excepcional reunión de obras de arte del siglo XX en donde podemos admirar algunas de las obras más importantes de José Clemente Orozco”.

Y expresó admiración a Dolores Olmedo, “como coleccionista”, pues “previsora como nadie dejó un museo con características únicas en el mundo: jardines, obras de Diego Rivera, de Frida Kahlo, piezas arqueológicas, sus joyas de tehuana, sus trajes, grabados de la primera esposa de Diego, Angelina Beloff, arte popular mexicano; todo reunido con un gusto excepcional y completado con aves exóticas y tepezcuintles, logró un museo diferente”.

El coleccionista expresó su enfado por la falta de normas y de “autoridades cuidadosas de...

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