La apuesta de los apóstoles

AutorAgustín Basave

Los capos del crimen organizado requieren del respaldo de muchas personas. Por eso, porque la criminalidad a gran escala opera con una extensa base social, es sumamente difícil combatirla. Su poderío reside en su apoyo popular tanto o más que en su poder de fuego. Los cárteles mexicanos lo saben y lo aprovechan con destreza: un país con miseria y corrupción, con un Estado débil y una subcultura de desprecio a la autoridad es campo fértil para sus actividades delincuenciales. Lo que hacían en su época de traficantes de drogas lo realizan ahora, en plena diversificación, con mayor refinamiento. Dan empleo a comunidades enteras, mejoran su situación económica y reciben a cambio esfuerzo laboral e incondicionalidad socio-política. A veces llegan a construir lealtades familiares o incluso fidelidades de corte religioso.

Eso ocurre en el México del hua-chicol y demás giros negros. Gente "humilde" sale a cuidar estos "negocios" cuando efectivos de la Secretaría de la Defensa llegan a aplicar la ley. Se enfrenta con ellos a golpes o a tiros, dispuesta a hacer lo que sea para defender a la "población". Recientemente, debido a las órdenes presidenciales de no usar la violencia -aunque sea la del monopolio legítimo-, se han suscitado hechos vergonzosos en que soldados y oficiales han sido vejados y humillados por quienes ostensiblemente representan intereses delictivos. Es decir, con el argumento de que nunca usará a las fuerzas armadas para reprimir al pueblo, AMLO cae en el juego de capos que se disfrazan de Chucho el Roto y permite otra represión, la de una facción del pueblo sin uniforme contra el pueblo uniformado.

Estoy convencido de que la razón por la que AMLO quiso militarizar la seguridad fue por la lealtad -no la letalidad- de los militares. Son el orden y la disciplina castrenses lo que a sus ojos los hace confiables, y por eso les encarga tantas tareas. El problema es que aun el orden y la disciplina marciales están limitados por otro valor igualmente caro para la milicia, que es la dignidad. Entiendo que los altos mandos ya se lo dijeron al presidente y que él ha cambiado sus instrucciones. Si es así, enhorabuena. Y es que es plausible que AMLO declare que los delincuentes son seres humanos y tienen derechos, pero también lo sería que aceptara que los abrazos no se pueden dar cuando se están recibiendo balazos -o palazos- y que el uso de la fuerza pública es en ocasiones indeclinable y válido siempre que se ejerza bajo los principios de...

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