Las armas de Waterloo

La fecha es igual a la de su muerte en Santa Elena. Las armas con que Ignacio Zaragoza triunfó en Puebla hace ahora siglo y medio son las mismas que los ingleses le quitaron a Bonaparte tras la derrota en Waterloo (1815). Quién sabe cuántos traficantes las revendieron antes de asestárselas a un México sin dinero que con ellas se enfrentó en 1862 al ejército modernísimo y triunfante de su sobrino Luis Bonaparte. Por si todo lo anterior fuera poco, el vencedor de la batalla tiene el nombre de la ciudad española (Zaragoza, capital de Aragón) que resistió en 1808 y 1809 dos sitios épicos frente a las tropas napoleónicas.

De Sebastopol a Solferino

Uno de los motivos de Napoleón III, como le gustaba llamarse, para intervenir en México fue el verse a sí mismo como protector de la fe católica. Ya en 1853 esta posición lo había conducido a enfrentarse con el zar de Rusia, a su vez defensor de los cristianos ortodoxos, cuando hubo un conflicto entre los monjes de Tierra Santa, entonces parte del inmenso imperio otomano.

Rusia quería abrirse paso al Mediterráneo. Gran Bretaña no deseaba amenazas contra su hegemonía marítima. Luis Bonaparte pretendía afirmarse como arbitro de Europa y vengar el desastre de Napoleón en la retirada de Rusia (1812). En apoyo de Turquía, ingleses y franceses declararon las hostilidades al zar y se inició la guerra de Crimea (1853-1856). En ella por vez primera hicieron su aparición los barcos ya no de madera sino de hierro. El episodio central fue el sitio de Sebastopol. En él sobresalió el conde de Lorencez, el futuro derrotado de Puebla, y se consolidó como gran escritor un joven oficial ruso, el conde León Tolstoi (Relatos de Sebastopol, 1855).

En 1859 Luis Bonaparte intervino en Italia en apoyo del rey Vittorio Emmanuel II contra los ocupantes austríacos. Napoleón III libró las sangrientas batallas de Magenta y Solferino y la guerra terminó con la cesión de toda Lombardía. Austria retuvo Venecia, entonces gobernada por el archiduque Maximiliano. En toda esta campaña participaron las fuerzas francesas que estarían presentes en el 5 de mayo.

Intervenir en México no sólo le aseguraba a Luis Bonaparte el establecimiento de un imperio latino-católico que frenara la expansión anglosajona. También le daba acceso a las riquezas y los mercados mexicanos y le permitía seguir ostentándose como el defensor del catolicismo cuando el gobierno juarista había nacionalizado los bienes eclesiásticos. Por último, al darle el...

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