La armoniosa andadura cervantina (II de III)

AutorSamuel Máynez Champion

Como podemos suponer, el puchero nunca acabó de asegurarse, puesto que estrecheces y rencores fueron platillos recurrentes de la familia. A las hermanas del escritor las apodaban Las Cervantas en alusión a sus "innobles" oficios corporales y don Miguel no pudo impedir la paternidad de una hija "ilegítima". Aunque, acaso debiéramos inquirir: ¿En realidad existen hijos ilegítimos? ¿No tendría que borrarse del diccionario de nuestros prejuicios la palabra bastardo? ¿No somos producto de una mezcla sanguínea, en la que nuestra "legalidad" no tuvo nada que ver con el beneplácito de la Iglesia? ¿Existe aquello de una sangre más pura que la otra?

Digresiones aparte, es hora de regresar al abundante corpus sonoro -recordemos que se habla de más un millar de obras- surgido a raíz del impacto que el ingenio cervantino causó en los creadores de las últimas cuatro centurias, tornándose la selección ardua y limitativa. Elijamos, pues, un florilegio que ponga de manifiesto la multiplicidad de contextos en los que se produjo la exégesis musical del quijotismo en acto. Daremos prioridad a esas que tienen un acusado valor histórico, así como a aquellas que emanan de la reacción del hombre que, a pesar de estar hundido en los torrentes de Tánatos, se aferra a la existencia en los troncos salvadores de la lectura y la creación.

En primer término, hemos de citar al destacado compositor británico Henry Purcell y a su musicalización quijotesca -la primera obra teatral significativa basada en la novela cervantina- de los años 1694 y 1695. Fue ella resultado de un trabajo al alimón entre el músico y el libretista Thomas D'Urfey, quien encadenó de manera aleatoria algunas de las aventuras más celebradas del libro. El ataque a los molinos de viento, la liberación de los galeotes, el retablo de maese Pedro, el encantamiento de Dulcinea, la visita a los duques y la obtención del yelmo de Mambrino, son algunos de los episodios elegidos a los que, también caprichosamente D'Urfey le intercaló algunas de las historias interpoladas por Cervantes, haciendo del todo un enjambre de supuesta raigambre jocosa (llevó por título The Comical History of Don Quixote), cuya duración rondaba las siete horas (probablemente es la dramatización más larga de que se tenga noticia).

Sobre su estreno en el Dorset Garden Theatre de Londres, el 21 de noviembre de 1695, abundaron las críticas y el fracaso fue rotundo, no obstante la calidad de la música de Purcell.(1) Incidentalmen-te, fue lo...

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