El asesinato olvidado

AutorArturo Rodríguez

Víctor fue asesinado a golpes entre el 20 y el 21 de abril de 2010. Desapareció de la Facultad de Psicología y su cuerpo amaneció en un paraje despoblado de la zona urbana, entre los patios de la ferrocarrilera Kansas City Southern y el campus de la UANL.

La primera reacción de la Procuraduría General de Justicia (PGJ) de Nuevo León fue identificarlo como narcomenudista. La UANL ni siquiera expresó sus condolencias y evitó condenar el crimen, que se hizo público varios días después cuando desde la UNAM el rector José Narro Robles reprobó lo ocurrido y exigió una investigación.

En septiembre pasado, la PGJ presentó a otro estudiante de psicología de la UANL, Marcelo Laguarda Dávila, como autor intelectual del crimen. La fiscalía dijo que éste confesó haber pagado para que mataran a Víctor.

Originario de Ramos Arizpe, Coahuila, hijo del empresario hotelero y político panista Alfonso Laguarda, el joven estudió en España, donde conoció a la francesa Justine Plessard, quien decidió seguirlo y vino a la UANL.

Marcelo sostenía una relación sentimental con Justine pero ella lo dejó y se hizo novia de Víctor.

Posible móvil pasional

Durante casi un año, los padres de Víctor, Vicente Castro y Sofía Santillán, ambos psicólogos, han peregrinado en busca de justicia. “Decidí vivir mi duelo exigiendo justicia; hasta que la consiga no descansaré”, dice la señora Santillán.

Cuando el caso acaparó la atención mediática, el agente del Ministerio Público René Morales y el juez segundo penal, Marco Antonio Rodríguez, que procesa a Marcelo, los atendieron con esmero. Hoy ni siquiera les toman las llamadas.

La madre de Víctor investigó por su cuenta y desde el principio advirtió a las autoridades que los asesinos estaban dentro de la UANL, lo que el rector Jesús Ancer descalificó.

En entrevista con Proceso, los padres del muchacho asesinado ven cómo el caso se tambalea a pesar de las pruebas que se han conseguido y que incluyen una lista de llamadas entre los implicados a la hora de la desaparición de Víctor.

Entre Marcelo Laguarda, el estudiante Fernando Argüello y otras jóvenes identificadas como Bechy, Zelma y la propia Plessard, hubo llamadas telefónicas a la hora de la desaparición de Víctor. Hasta ahora no han sido investigadas.

De acuerdo con su confesión, Laguarda había mandado matar a otro estudiante, Rogelio Saavedra, pero no le alcanzó el dinero para pagarle a los ejecutores, presuntamente unos zetas. Le pedían 6 mil pesos por los dos asesinatos.

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