Nuestros asesinos viven en nuestra casa

AutorAgustín Basave

El presidente López Obrador se rehúsa a hacerlo. Argumenta, con razón, que esa estrategia fracasó y agravó el problema en los últimos dos sexenios, pero salta erróneamente al otro extremo. Está convencido de que el origen del problema es la injusticia social y de que la violencia ilegítima de los delincuentes no debe combatirse con violencia legítima del Estado. Si sus predecesores la enfrentaban con nada más que la fuerza, él la enfrentará con todo menos la fuerza. Nadie ha podido hacerle ver que en esas dos convicciones está equivocado. En la primera porque la delincuencia provocada por la pobreza juega un papel secundario en la criminalidad en gran escala, que sostiene emporios empresariales movidos por el afán de lucro y poder. La lógica de que los cárteles no existirían si hubiera bienestar social llevaría a concluir que en el primer mundo no habría grandes empresas porque la miseria no alcanzaría para abastecerlas de mano de obra. No es así. El capital, legal o ilegal, recurre a todo para multiplicarse. Negocios son negocios.

La segunda tesis, la de que a los violentos no se les debe confrontar con violencia, es insostenible. Desde luego que la desigualdad y el orden injusto son causas y efectos de la corrupción, y que contrarrestarlos es eliminar uno de los detonadores delincuenciales, pero mientras ese proceso justiciero se da es imperativo usar la fuerza pública. Y después también: ni las sociedades más equilibradas y prósperas pueden vivir sin policías armadas. La clave es tener un Estado sólido, y la clave de esa clave es erradicar la impunidad, para lo cual es necesario meter a los criminales a la cárcel. He aquí el imperativo del justo medio: ni el extremo de la guerra contra el narcotráfico ni el de los abrazos sin balazos resuelven la inseguridad que vive nuestro país. Se requiere una combinación de ambas estrategias y algo más. Reitero lo que escribí en este mismo espacio: la gente les dirá "fu-chi y guácala" a los delincuentes cuando los vea tras las rejas y no al frente de sus comunidades.

Pero dejémonos de teorizaciones y vayamos a la realidad. Nuestro país está infestado de violencia; los mexicanos vivimos en medio de una barbarie de proporciones inenarrables. La criminalidad está en todas partes; produce y trafica drogas, roba gasolina, medra ilícitamente con la madera o con el aguacate o con cualquier producto que genere utilidades, controla cientos de municipios, decide quién y cuándo entra a sus regiones, extorsiona...

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