"Un asunto de familia" en la Muestra

AutorJavier Betancourt

Literalmente, el título en japonés de Un asunto de familia (Manbiki Kazoku; Japón, 2018), significa "familia de rateros", como si el director Hirokazu Koreeda asimilara las diferentes actividades de los miembros de este clan al robo; el juicio de Koreeda hacia las deficiencias del sistema de trabajo, institución sacrosanta en Japón, es bastante amargo para una película tan dulce, al menos en apariencia, por ello el gobierno ha tardado en felicitarlo abiertamente después de la Palma de Oro que obtuvo este año en Cannes.

La familia de estos olvidados parece confeccionada de puro deleite; el encuentro casual con una pequeñita de cuatro años, abandonada en la noche, en el frío, funciona como anzuelo para ganar el corazón del público; la bondad y la naturalidad con la que la es acogida por todos cuando Osamu y Shota deciden llevarla a casa, es irresistible, sobre todo cuando Nobuyo, después de negarse a aceptar una boca más, termina por adoptarla cuando descubre rastros de maltrato en el cuerpo de la niña. Pero no habría que mantenerse alerta con las señales con las que el director conduce el drama de fondo.

Por el desenfado y la naturalidad con la que Koreeda introduce la cámara, como si fuese un personaje más en la intimidad de lo cotidiano, y alude temas esenciales de la condición humana (el amor, la muerte, las relaciones entre diferentes generaciones), todo a una altura de a no más de 50 centímetros, la famosa toma de altura del tatami, hace obvio que el modelo es el maestro Ozu; sólo que, a diferencia de éste, para Koreeda la familia funciona también como trampa...

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