Atisbos vocacionales

AutorSamuel Máynez Champion

Quito, República del Ecuador (julio de 1944). El mundo descorre los telones del teatro más macabro de la historia y la música sobrevive, aunque no todos sus feligreses hayan quedado incólumes. El prominente violinista judío Henryk Szeryng escapa de una Europa en perenne autodestrucción y llega a América para preservar la propia vida, junto a la de 4 mil sobrevivientes a los que México les abre la puerta, concediéndoles el raro privilegio de no saberse perseguidos. La gratitud emanada por el asilo será fuente inagotable de motivación para el violinista, que recorre el continente en aras de transmitir el mensaje de belleza que hermana a los espíritus y que aplaca a la bestia que el ser humano lleva consigo.

Su violín canta con más euforia que nunca y su arco lanza flechas incandescentes al espacio sonoro de nuevas latitudes. Sus conciertos para la ciudadanía quiteña abren círculos inmensos de los que, como las ondas concéntricas del agua al recibir el impacto de una piedra, persistirán ecos durante muchas décadas por delante.

Entre los asistentes a sus conciertos se encuentra otro violinista con ansias de ponerle alas a su vocación. Este muchacho, de piel morena y rasgos indígenas, cuenta con 18 años de edad y sabe que el autoexilio está emparentado con la superación musical que pretende para sí mismo. Buenos Aires tiene mejores andamiajes culturales que su patriay parecería ser la solución más a su alcance, pero el vibrato de roble y la afinación inmaculada del virtuoso polaco le cambian el destino para siempre.

El joven se llama Enrique Espín Yépez y se convertirá en uno de los promotores de la "Escuela Mexicana del Violín" que, en unos años, tratará de consolidar el afamado maestro Szeryng. Difícil de predecir para este último, que el asedio de ese muchacho ecuatoriano gestaría tantos acontecimientos para ambos: una larga convivencia en la Ciudad de México, la herencia de una genealogía musical y el traspaso, 30 años después, del violín Ceruti construido en Cremona en 1801, con el que había hecho su debut profesional en enero de 1933.

Aquel primer concierto con la Filarmónica de Varsovia había estado preñado de augurios, por lo que es necesario abrir un paréntesis para recordar que ese año coincide con el surgimiento de la doctrina nazi que clava su aguijón venenoso sobre el pueblo germánico y que a los judíos se les reserva el acceso al círculo infernal del aniquilamiento de su raza. El insigne pedagogo Carl Flesch -igualmente judío y...

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