Bailando hacia la justicia

AutorAriel Dorfman

Celebrábamos la victoria de Salvador Allende y su coalición de izquierda en los comicios presidenciales de ese año. Fue un triunfo que trascendió las fronteras nacionales. Hasta entonces, todas las revoluciones habían sido violentas, impuestas por la fuerza de las armas. La Unidad Popular proponía usar medios pacíficos y electorales para construir el socialismo, proclamando que no era necesario reprimir o eliminar a nuestros adversarios para alcanzar una justicia social duradera, que cambios estructurales de la economía podrían efectuarse dentro de los confines y promesas de la democracia.

Fue un privilegio haber vivido plenamente ese momento en que soñar lo imposible no era una mera consigna. Recuerdo al pueblo chileno, los trabajadores que habían construido ese país sin disfrutar de sus riquezas recorriendo con sus familias el centro de la ciudad que siempre les había parecido ajeno, recuerdo cómo su presencia rebelde y alegre pronosticaba un orden social que los reconociera como protagonistas y motores del porvenir.

¿Cómo podría haber evolucionado el mundo, cuán diferente sería si los militares no hubieran derrocado a Allende tres años más tarde, si otras naciones hubieran podido adoptar ese modelo de una revolución no violenta para satisfacer sus propias ansias de liberación e igualdad?

Conmemorar este aniversario no debe entenderse, sin embargo, como un ejercicio de nostalgia personal. Ese momento que auguraba un futuro que nunca llegó importa más que nada porque sigue hablándonos de múltiples maneras. Hay lecciones qué aprender de aquel 4 de septiembre supuestamente remoto, especialmente en Estados Unidos, que afronta hoy su propia elección de dimensiones históricas.

Por cierto que nadie en Estados Unidos propone el socialismo como una opción el 3 de noviembre venidero, por mucho que el delirante Trump describa a sus opositores como izquierdistas enfurecidos. Lo que sí va a decidirse es si la patria de Lincoln va a implementar reformas fundamentales o si va a empantanarse en el cenagal sofocante del pasado.

Si Joe Biden, como parece más que probable, gana la contienda electoral que se avecina, los ciudadanos estadunidenses -y yo soy ahora uno de ellos- tendrán que plantearse, como lo hicimos nosotros en Chile hace tantas décadas, una serie de preguntas acerca de cómo llevar a cabo aquellas reformas. ¿A qué ritmo deben realizarse? ¿Qué medidas deben cumplirse aceleradamente para asegurar que no haya posibilidades de una regresión...

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