La batalla por Sergio Pitol

AutorColumba Vértiz De La Fuente

Xalapa, Ver.- Sentado en un sofá de su recámara, el escritor y diplomático Sergio Pitol sonríe. Luce un pantalón negro, camisa azul de manga larga y una boina oscura. Lo acompañan varias fotografías de sus familiares, un dibujo de Marek Keller pintado por Juan Soriano, un cuadro de Oscar Kokoschka y un librero con sus volúmenes traducidos al italiano, polaco y ruso.

Su enfermera Mary Campos Hernández, su chofer Rafael Gerson Huerta Díaz y su cocinera Carolina Contreras Hernández se encuentran presentes. Los tres lo cuidan, junto con otro enfermero, Eduardo, las 24 horas del día, porque el autor de El arte de la fuga ya no puede levantarse ni comer solo. Los tres primeros narran que llegaron por primera vez al hogar del traductor, calle Pino Suárez, desde las 7 de la mañana del 22 de diciembre de 2016.

"El maestro estaba con una enfermera que la doctora Eos López Romero (directora de Asistencia e Integración Social del Sistema Estatal para el Desarrollo Integral de la Familia, DIF, de Xalapa, Veracruz) contrató porque el 16 de diciembre de ese año se fueron las personas que estaban antes, su chofer y las enfermeras. Lo dejaron en su cama con llagas en su cadera y talones y no podía mover los brazos ni las piernas. Todo el tiempo estaba dormido. Nosotros lo empezamos a animar, a sentarlo, a darle de comer en el reposét", expresa Rafael. Enseguida interviene Mary: "Incluso la doctora Eos les pidió que se quedaran porque eran personas que ya el maestro las tenía identificadas, pero no quisieron quedarse. Lo dejaron postrado en la cama, con el cuerpo totalmente rígido. Le dimos masajes, en fin, todo lo que conlleva en procedimientos de enfermería. Y se ha ido recuperando poco a poco."

De nuevo Rafael y Mary platican:

"Le daban de comer en platos muy pequeños y todo molido. Ahora ya no come papilla, porque mastica muy bien frutas y verduras bien picadas. Y come más, incluso cereales, pollo, pescado. Su evolución en estos seis meses ha sido poco a poco porque también influyen sus 84 años. Para nosotros es un orgullo verlo sentado, levantarlo y que dé algunos pasos porque eso no lo podía hacer. Ahora todas las tardes escucha ópera, ve televisión ya que él mismo nos señala el control, le leemos algo y le damos masajes en su cuerpo. Se le pone en su cama a las diez de la noche y se despierta a las nueve de la mañana, y por fortuna duerme muy bien."

Los tres recuerdan que la casa se encontraba "muy descuidada". Rafael detalla:

Se hallaba deteriorada y sucia. La fachada no estaba pintada. Adentro, las paredes estaban peladas por la humedad, había baños que no servían, los muebles estaban muy mal de la tapicería, el patio se llenó de monte, los jardines se perdieron y sus perros Lola y Homero, que llevan más de 20 años con él, también estaban abandonados. No habían pagado los prediales, ni las verificaciones, tenencias y seguros de los carros, en fin.

Su sobrina, la joven pintora Laura De-meneghi (hija de su primo Luis, con quien el ensayista vivió de niño porque a los cuatro años quedó huérfano de padre y madre) llegó a esta casa ese mismo 22 de diciembre, pero a las 10 de la mañana. Ella relata que le lee a su tío por las tardes el libro El viaje de una vida, que le editaron cuando recibió el Premio Miguel de Cervantes en 2005, y que contiene estratos de sus obras El mago de Viena y El arte de la fuga, entre otros.

Laura manifiesta que convive con Pitol desde muy pequeña.

"Mi papá y yo lo hemos acompañado a todos los reconocimientos que le han otorgado", resalta.

Muestra fotos familiares donde ella está con el escritor, e incluso se aprecia una cuando recibió el Cervantes en...

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