En boca de lobo (I)

De la noche a la madrugada el Lobohombo pasó de ser la discoteca de moda a una trampa mortal.

El incendio del 20 de octubre de 2000 dejó unos 40 lesionados y cobró la vida de 22 personas, entre quienes se encontraba Carlos Omar Rangel Garnica.

"Fue la primera y la última noche de trabajo en esa discoteca", dijo uno de sus familiares antes de que el cortejo fúnebre partiera del velatorio al Panteón Civil de San Lorenzo Tezonco, donde le dieron sepultura el domingo 22.

Días antes, a Carlos Omar sus jefes le informaron que sería encargado de seguridad del centro nocturno más grande de Latinoamérica, narraron sus parientes, los ojos le brillaron pues quería más dinero para comprarse una computadora y continuar sus estudios de bachillerato.

El joven, el mayor de sus cinco hermanos, a quien transfirieron del Titanium al Lobohombo, soñaba con algún día poder pilotear un avión.

Hacia las 13:00 horas del domingo, lejos de sepultarlo en silencio, su familia decidió despedirlo con música del grupo Maná, principalmente con las canciones Vivir sin Aire, Dónde Jugarán los Niños y Huele a Tristeza, aquellas que más disfrutaba en vida.

ATRAPADOS SIN SALIDA

La noche del jueves 19, Hugo Lara y sus hermanos pagaron los 80 pesos de cover para entrar al antro... y casi no salen vivos.

A las 5:10 horas, unas 100 personas, entre empleados y clientes, quedaban en la enorme discoteca con capacidad para 3 mil personas, ubicada en Insurgentes Centro 95 y 97, en la Colonia San Rafael, en la Cuauhtémoc.

"En un rincón empezaron a salir chispas. Pensábamos que era parte del show. Cuando nos dimos cuenta que era un incendio, corrimos hacia la puerta de emergencia y estaba cerrada. La gente de seguridad no la quería abrir", narró.

En eso coinciden todos los testigos. Dicen que, a pesar de las llamas, les pedían un ticket de pago para dejarlos salir.

"Pensé que era broma. Dijeron que no nos iban a permitir el acceso hasta que enseñáramos el ticket", recordó Hugo.

"No abrían la puerta, y cuando empezaron a empujarla (más gente que quería salir) explotó no sé qué cosa. Fue cuando se abrió la puerta. Muchos nos caímos, nos pisaron; otros se quedaron adentro.

"Me pisotearon y me volví a levantar. Otra explosión me volvió a tirar y me volví a levantar. Después salí y vi que estaban bien mis hermanos, y salimos corriendo", narró Hugo.

Todo eso ocurrió en un intervalo de 20 minutos, mientras el fuego devoraba el local.

LAS ÚLTIMAS MESAS

"Todos los meseros, los de seguridad, los de...

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