Los "bonos catastróficos": apuesta perdida

El pasado 7 de septiembre, cuando el terremoto de magnitud 8.2 dejó regiones enteras de Oaxaca y Chiapas en escombros y afectó la vida de cerca de dos millones de personas, José Antonio Meade Kuribreña, entonces secretario de Hacienda, trató de calmar las preocupaciones sobre el costo multimillonario que se vislumbraba para la reconstrucción.

El ahora candidato presidencial anunció la llegada de dinero fresco gracias a un instrumento financiero llamado bono de riesgo catastrófico, que México fue el primer país del globo en emitir, en 2006.

"Este bono catastrófico nos ayuda en eventos extremos como éste, que hoy vimos", dijo Meade en entrevista televisiva el 12 de septiembre. "Nos permite enfrentar la contingencia con salud de finanzas públicas, pero sobre todo con agilidad y con mecanismos para que pronto se sienta el apoyo, el aliento y la cercanía desde la emergencia hasta la reconstrucción."

Pero el bono, que el doctor en economía presumió como un éxito y una muestra de buena gestión, le costó en realidad más de 35 millones de dólares a México en los últimos 12 años, y las pérdidas podrían elevarse a 77 millones de dólares (cerca de mil 500 millones de pesos) en el caso de no ocurrir un desastre de altísima intensidad en los próximos dos años.

Estos recursos provinieron del Fondo de Desastres Naturales (Fonden) y se terminaron gastando en el pago de primas a inversionistas y en comisiones a empresas reaseguradoras e intermediarios financieros, mediante sociedades de papel radicadas en los paraísos fiscales de Ber-muda y las Islas Caimán.

Documentos obtenidos durante la investigación global Paradise Papers, junto con la revisión de cientos de páginas confidenciales, entrevistas con personajes cercanos a las negociaciones y el análisis de bases de datos creadas ex profeso, muestran que los bonos catastróficos -mejor conocidos en los mercados internacionales como catbonds- no han aliviado a México en casi ninguna de sus desgracias.

La razón: estos bonos están diseñados para activarse únicamente cuando un desastre natural rebasa cierta magnitud y se produce en zonas delimitadas, y los parámetros que la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP) pactó en secreto con empresas reaseguradoras e inversionistas hacen casi imposible que el país gane la apuesta.

Meade. Bono costoso

Así, el bono resultó inútil en 2007, cuando Tabasco sufrió la peor inundación de su historia. No se activó en 2010, mientras las tormentas Alex, Karl y Matthew azotaban los estados del Golfo y de la Península de Yucatán. Tampoco sirvió para resarcir los daños que sufrió Guerrero en 2013, cuando los huracanes Ingrid y Manuel dejaron 157 muertos y pérdidas por 3 mil 41 millones de dólares, según cifras del Centro Nacional de Prevención de Desastres (Cenapred).

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