Brasil, hacia el precipicio

AutorOlga Pellicer

Bolsonaro no es una personalidad cualquiera. Encarna los rasgos más temidos de la derecha radical en América Latina: exmilitar, partidario del gobierno que ha dejado los recuerdos más amargos de persecución y represión política. Simpatizante de la tortura, el asesinato, la desaparición forzada, partidario de la pena de muerte, conocido por sus expresiones y actos racistas, su homofobia, su desdén hacia las mujeres, su indiferencia hacia las manifestaciones culturales en un país tan rico de ellas.

¿Cómo es posible que la vida política en Brasil haya llegado a una situación tan deplorable? ¿Cómo explicar una votación que no expresa solamente el punto de vista de los sectores más identificados con las inclinaciones de Bolsonaro, sino que incorpora también a sectores de clase media que hasta fechas recientes defendían valores contrarios a los que se esgrimieron en la época de la dictadura militar?

La búsqueda de repuestas no es una tarea irrelevante. Brasil es, sin lugar a duda, el líder de la región de América del Sur; desde Venezuela y Colombia hasta la Patagonia no hay país que pueda compararse con él. Sus grandes dimensiones, sus tendencias demográficas, sus riquezas naturales y el indudable adelanto de sus élites económicas, académicas y de especialistas en diversos aspectos de ciencia y tecnología son conocidas. Es, además, el único país latinoamericano con un claro pensamiento geopolítico, una fuerte presencia entre los países del sur y una clara vocación de gran potencia. No en balde su conocida lucha por ser miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU.

Las consecuencias del vuelco político que supondría la llegada al poder de Bolsonaro son grandes desde diversos puntos de vista. Para empezar nos obliga a reflexionar sobre los múltiples obstáculos que encuentran los países de la periferia capitalista para dar el brinco que les permita colocarse sin discusión dentro de la categoría de grandes potencias. A pesar que hace apenas unos ocho años las principales revistas internacionales aseguraban que Brasil iba camino a lograrlo, el hecho es que se quedó empantanado y comenzó a retroceder.

Hay cuatro motivos que ayudan a explicar ese retroceso. El primero de ellos es la terrible desigualdad interna. No es lo mismo el auge y la belleza de las grandes ciudades como Río de Janeiro o San Paulo que la pobreza secular del noreste brasileño o la miseria tan impactante de las favelas que rodean a Río de Janeiro. En América Latina sólo...

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