De la búsqueda estética al compromiso documental

AutorRaúl Pérez y Alejandro Saldívar

La mirada de Marco Antonio Cruz se reveló en movimiento y al amparo de un discurso crítico. En sus paseos callejeros no sólo busca una representación estética, sino también la representación moral de la sociedad con sus contrastes.

Lo vemos en las fotografías que realizó el 1 de diciembre de 1988, durante la toma de posesión de Carlos Salinas de Gortari como presidente de la República, donde se observa un enfrentamiento entre la policía y un grupo de manifestantes. Galopante en el diarismo, también retrata a un sonriente Salinas que le da una palmadita a la urna electoral, el 6 de julio del mismo año. O a las muchedumbres priistas en un mitin del expresidente en enero.

Con un dominio total del oficio periodístico, Cruz exploraba las calles que le dieron forma a su obra fotográfica, que él mismo ha definido como documental social, buscando retratar y narrar las historias de las personas que habitan en la Ciudad de México, donde encontró las piezas que le otorgaron un lugar propio en la historia de la fotografía mexicana.

Consciente del valor documental y del registro del momento único, sus imágenes están hechas a partir del borramiento de los géneros fotográficos o las idealizaciones técnicas. El fotope-riodismo le sirve como soporte para denunciar desigualdades, excesos e injusticias, pero también para representar lo absurdo y el azar de lo cotidiano.

"Marco Antonio Cruz es el gran cronista visual de la transición mexicana de los últimos 40 años", explica el investigador Alberto del Castillo, quien se dedicó a escudriñar en los archivos del fotógrafo durante una década.

Su archivo es una maravilla por el compromiso que siempre tuvo con los movimientos sociales. En sus fotos está la gran crónica de los cambios políticos en México a partir de los setenta, etapa que José Woldenberg ha llamado la transición democrática, donde la pérdida del poder hegemónico del PRI conduce a la alternancia.

Cada fotografía suma a la memoria de un país convulso. Su documentación sucedió en el presente del acontecimiento, al calor de la protesta. Fue casi a finales de los setenta cuando decidió cambiar el paisaje poblano y encallar en la Ciudad de México, donde converge su mirada estética con el compromiso político y social, gracias a su encuentro con Héctor García, un destacado fotógrafo de la época.

"Marco tuvo la fortuna de trabajar con García en su laboratorio; allí aprende a revelar, archivar y fotografiar movimientos sociales. Domina la parte técnica -una de las principales...

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