Cabo Pérez Arriaga: “No la pude salvar…”

AutorGloria Leticia Díaz

Quien relata es Eladio Pérez Arriaga, cabo de sanidad del 24 Regimiento de Caballería Motorizada. Está procesado junto con otros 18 militares acusados de disparar contra una camioneta en la que viajaban ocho miembros de la familia Esparza Galaviz, todo porque el conductor, Adán Abel Esparza, no detuvo la marcha al pasar por un retén instalado el 1 de junio de 2007 en las inmediaciones de La Joya de los Martínez, en la sierra de Sinaloa.

Las víctimas, dos mujeres, de 17 y 25 años, y tres niños, de siete, cuatro y dos años, fueron de los primeros “daños colaterales” de la “guerra contra el crimen organizado”, lanzada por Calderón en diciembre de 2006.

Flaco, moreno, marcado el rostro por el paño que deja la exposición constante al sol, Eladio es hijo de un soldado que no conoció: murió enfrentando a la guerrilla de Lucio Cabañas en la sierra de Atoyac.

De 37 años y de origen humilde, se enlistó en el Ejército el 1 de mayo de 1996 y dos años después se integró al cuerpo de sanidad. Como integrante del Cuarto Regimiento de Caballería Motorizada estuvo en Reynosa y en Tehuacán antes de ser enviado a Culiacán el 27 de mayo de 2007.

Tres días después sería incorporado a una unidad encabezada por el capitán Cándido Alday Aldana, que tenía como misión erradicar plantíos de mariguana en la sierra.

El 1 de junio, mientras la tropa se dedicaba a quemar los sembradíos, el capitán recibió un mensaje de alerta por radio: militares habían sido atacados en un sitio muy cerca de donde se encontraba Alday.

“Esa noticia nos puso nerviosos a todos”, recuerda Pérez Arriaga, quien esa noche, asegura, se recargó en un árbol alejado del dispositivo de revisión que ordenó el capitán, porque “por estrategia, los de sanidad y los de transmisiones siempre estamos en la retaguardia”.

Su sueño fue interrumpido por disparos y, “de reflejo”, accionó dos veces su arma.

“Todo fue en segundos. Cuando me levanté vi de donde venía la balacera, luego escuché que gritaban ‘¡sanidad, sanidad!’, y fui corriendo a donde estaba una camioneta patas pa’rriba. Dos cayeron en el acto –una señora y un menor–, seis estaban heridos. No me daba abasto. Se me acabó todo el material de mi botiquín. ‘¡Atiende a mi hijo!’, me gritaban, y yo lloraba porque no tenía con qué atenderlos”, cuenta.

Según el cabo, los superiores al mando de la unidad ordenaron trasladar a los heridos a un punto específico donde llegaría un helicóptero a recogerlos. Pero nunca llegó, por lo que los propios campesinos...

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