La Calle: Diario de un Espectador / El hundimiento del Maine

Aunque es una atrocidad siquiera imaginarlo, no ha faltado quien recuerde el hundimiento del Maine, a propósito de los atentados del martes pasado.

Se sugiere con eso que alguien hubiera puesto en práctica una monstruosidad: desde dentro mismo del sistema norteamericano haber lanzado el ataque, para provocar la persecución a un enemigo que no fue el autor del agravio. Eso pasó en 1898: un barco norteamericano, surto en el puerto de La Habana, fue hundido de un bombazo. España era entonces dueña de Cuba, y Estados Unidos le declaró la guerra, agraviado por ese ataque artero. Y cuando España fue vencida por el poderío norteamericano, Cuba se declaró independiente. O casi, porque admitió una especie de protección a cargo del gobierno de Washington.

Se ha atribuido al legendario William Randolph Hearst, dueño de periódicos que todavía llevan su nombre, haber conspirado para que el buque fuera hundido. Es decir, que no fueron los españoles quienes lo hicieron, sino personal pagado por norteamericanos. Leamos como lo cuenta Gore Vidal, uno de los mejores escritores norteamericanos de hoy, en su novela Imperio. La escena que reproducimos sigue inmediatamente a una conversación de Hearst, apodado "el Jefe", con su amigo Blaise Stanford y el senador Platt, un cacique republicano que requería los favores de un magnate de la prensa, aunque fuera demócrata. Además de esos personajes, en los párrafos siguientes se menciona a Teodoro Roosevelt, que habría de ser presidente de los Estados Unidos, y a quien lo era en aquel momento, McKinley, quien después sería asesinado. La guerra que él declaró, dejó a Estados Unidos las islas Filipinas, Puerto Rico y Guam. También aparece una referencia a Mark Hanna, un cacique de Ohio, que fue el padrino político de MacKinley.

"Luego, el senador se fue. Blaise siguió a Hearst al estudio, que daba a la fachada de mármol de Hoffman House. Hearst se sentó ante una mesa Imperio, toda ella águilas doradas y abejas, bajo un retrato de Napoleón, uno de sus...

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