El cambio en Los Pinos y Palacio Nacional

AutorJudith Amador Tello

Más incógnitas que certezas despierta el proyecto de convertir la ahora residencia oficial de Los Pinos en "uno de los complejos culturales más grandes del mundo", como propuso durante su campaña el presidente electo Andrés Manuel López Obrador.

Además de determinar qué destino tendrá cada uno de los inmuebles y espacios que hasta hoy ocupan las oficinas de Enrique Peña Nieto y sus cercanos colaboradores, la casa donde habita con su familia, el enorme edificio de cristal que mandó construir (Proceso, 1976), las oficinas del Estado Mayor Presidencial, los salones de ceremonias y los jardines, entre otros, saltan varias preguntas: ¿Cuánto costará el proyecto?, ¿cuál será el presupuesto límite, tratándose de una administración austera?, ¿qué significa para los museos ya existentes y para otras instituciones culturales como los institutos nacionales de Antropología e Historia (INAH), de Bellas Artes (INBA) o el Mexicano de Cinematografía (Imcine)?

Algunas de ellas son planteadas por el antropólogo, doctor en Historia y especialista en legislación del patrimonio cultural Bolfy Cottom, investigador de la Dirección de Estudios Históricos (DEH) del INAH, quien opina que no está mal un proyecto de importancia que impacte pública y mediáticamente como Los Pinos, pero hay problemas de fondo mayores como la manera en la cual reflejará su política pública a través de la Secretaría de Cultura (SC) el próximo gobierno.

Por lo pronto, una de las primeras tareas será modificar el reglamento interno del organismo, aprobado en noviembre de 2016, pues se propone eliminar una de las dos subsecretarías, la de Desarrollo Cultural, actualmente a cargo del escritor Saúl Juárez. Y ya se designó a la escritora Laura Esquivel para ocupar la única que sobrevivirá, de Diversidad Cultural.

En entrevista con Proceso en la DEH en el centro de Tlalpan, explica también si la transformación de Los Pinos en espacio cultural implicará cambios jurídicos. Donde seguro los habrá es en Palacio Nacional, pues López Obrador despachará desde ahí y quizá traslade su residencia oficial.

Variedad al gusto

Lázaro Cárdenas fue el primer presidente que decidió, en 1943, no ocupar más como residencia oficial el Castillo de Chapultepec y transformarlo en museo. Adquirió el rancho La Hormiga en Chapultepec, lo rebautizó como Los Pinos -porque en un sitio con ese nombre conoció a su esposa en Michoacán-, y lo habilitó como residencia. Desde entonces sus sucesores han habitado ahí, salvo Adolfo López Mateos, quien se quedó en su casa de San Jerónimo.

Cada uno imprimió su sello personal -o el de su esposa- en la transformación de los espacios (Proceso, 1369), desde el afrancesado de Miguel Alemán hasta la costosa remodelación de Vicente Fox, con todo y Toallagate, pasando por los muebles de estilo mexicano de la familia Echeverría Zuno o los lujos de José López Portillo, en cuyo periodo vivió dentro de Los Pinos -siendo su yerno- Rafael Tovar de Teresa, que llegó a ser el primer secretario de Cultura.

Peña Nieto hizo una costosa remodelación. Según la reportera Anabel Hernández (Proceso, 2013), durante el gobierno de Fox se gastó en remodelar la Casa Alemán para que funcionara como oficinas, y así siguió con Felipe Calderón. Peña pagó para que funcionara nuevamente como residencia. Y gastó en construir un edificio de cristal 78.3 millones de pesos.

Desde 2016, López Obrador aseguró que de llegar a la presidencia no habitaría en Los Pinos, como parte del programa de austeridad, y el sitio se convertiría en un espacio para la cultura y la ciencia, que llevaría el nombre del "General Lázaro Cárdenas", por haber sido quien trasladó la sede.

La noche del 30 de...

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