Caminos de Carlos Monsiváis (1938-2010)

AutorJuan José Reyes

Carlos Monsiváis, más que hacer una obra literaria, más que ser el cronista ubicuo de la vida mexicana de los sesenta hasta 2010 -año en que muere en el Hospital de Nutrición de la Ciudad de México-, es una literatura.

Fue un niño precoz, lector de páginas y páginas, libros y libros y revistas de todo género y tipo, un adolescente que pronto se dio cuenta de que tenía que escribir y escribir casi al vertiginoso ritmo con que leía y leía. Fue el escritor joven de mayor influencia, acaso, en la historia de las letras mexicanas. De seguro porque dio a conocer su brillo a muy temprana hora y desde luego porque su curiosidad no dejó de hacerlo buscar y ver lo que antes nadie había buscado y visto. Tales búsquedas y tales miradas fueron realmente novedosas, tanto como el estilo que pronto comenzó a dominar, y que no pudo nunca ser imitado. ¿Cuál fue el estilo de Carlos Monsiváis?

No parece que se haya planteado muchas veces la pregunta, y menos aún que se la haya respondido con suficiencia. Fue un estilo de fulguraciones, de síntesis vertiginosas muy a menudo hilvanadas con ironía, una mordacidad que tan podía semejarse a un cartón periodístico como al sinsentido de un gag cinematográfico. Si algo hay en este caudal denso y veloz es la ausencia total de florituras, en aras de una ristra -con frecuencia meras enumeraciones- de frases sintéticas, redondas y sin falta contundentes. El ensayo mexicano, y no sólo la crónica, tiene en muchísimos textos de Carlos Monsiváis a un innovador, un creador.

"Monsiváis no es un hombre de ideas, sino de ocurrencias", afirmó célebremente Octavio Paz en una famosa polémica en Proceso (números 57, 58, 59, 60, 61 y 62, entre diciembre de 1977 y enero de 1978). No es extraño que de este modo percibiera el poeta la forma de discurrir de su interlocutor de entonces. En la prosa de Monsiváis bien puede extrañarse la presencia de enlaces, de goznes gramaticales, explícitos, o de adjetivos, que suelen dar a los textos elegancia en los ritmos, ciertas cadencias, una dimensión estética que, es cierto, no parecía contar entre los intereses primarios del autor. Pero a todas luces la negación y la afirmación de Paz parecen ser más laterales recursos útiles, o no, en una polémica, que proposiciones de peso, y ciertas. No es que la forma del discurso monsivaíta sea difícil de seguir; tal vez la dificultad está -estuvo entonces, en aquel caso específico- en aceptar aquella forma, más que aquel discurso (serio y corrosivo, de apariencia juguetona y de indudable contundencia).

Monsiváis había nacido en el Distrito Federal en 1938. Según recordaba José Emilio Pacheco, su amigo durante medio siglo, Pavel Granados ha dicho que el nacimiento...

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