Caos y tragedia en el Mediterráneo

AutorAnne Marie Mergier

PARÍS.- El caos reina en el Mediterráneo. Apenas terminó la odisea del Aquarius -barco de ayuda humanitaria al que se le impidió desembarcar en Italia a 632 migrantes rescatados en alta mar y el cual finalmente fue acogido una semana más tarde en Valencia- empezó la hazaña de la nave Lifeline, fletada por la homónima ONG alemana.

El Lifeline y el Aquarius -este último de la organización franco-alemana SOS Mé-diterranée- auxilian a migrantes que van a la deriva en frágiles embarcaciones. Matteo Salvini, el ultraderechista ministro del Interior y viceprimer ministro de Italia, prohibió a ambas el acceso a puertos italianos.

El barco pasó seis días bloqueado a 30 millas náuticas de las costas maltesas con 238 refugiados a bordo. Amontonados y en precarias condiciones de higiene -pocos baños disponibles, escasez de agua y de comida-, los migrantes, ya bastante traumados, aguantaron además conatos de tempestad.

El 27 de junio el Lifeline pudo finalmente atracar en La Valeta, capital maltesa. El barco fue confiscado y su capitán, sometido a una investigación judicial. Las autoridades de Malta lo acusan de violar las leyes marítimas internacionales por rehusarse a entregar a los migrantes a los guardacostas libios.

Los 238 migrantes que transportaba van a ser repartidos entre Malta, Italia, Francia, España, Portugal, Luxemburgo, Bélgica y Holanda. Un caso excepcional de solidaridad europea que sólo se logró después de tensas negociaciones entre París, Roma, La Valeta y la Comisión Europea.

Según denuncia la ONG española Pro Activa, el 24 de junio las autoridades italianas no permitieron que la tripulación de su barco, el Open Arms, que estaba a 30 millas náuticas de las costas libias, interviniera en el rescate de un centenar de migrantes. Le exigieron dejar las manos libres a los guardacostas de Libia que regresaron a los sobrevivientes a los temibles centros de detención de ese país.

Por su parte, el Seefuchs, nave humanitaria de la ONG alemana Sea-Eye, lleva días inmovilizada en el puerto de La Valeta esperando que las autoridades de Malta, particularmente quisquillosas, acaben de verificar su matrícula.

Salvini tiene una meta clara: sacar del Mediterráneo a todos los barcos de las ONG europeas, a las que acusa de "complicidad con los traficantes de migrantes". El viceprimer ministro italiano pretende confiar exclusivamente a los guardacostas libios la responsabilidad de perseguir las frágiles embarcaciones atestadas de refugiados para impedir que lleguen a Italia, así como de rescatar a los que naufraguen y regresarlos a Libia.

Fue lo que recalcó Salvini en su breve estancia en Libia el 25 de junio, al tiempo que confirmó la pronta entrega de 20 lanchas rápidas último modelo a los guardacostas de ese país.

Doble misión

Basta hojear los informes de la ONU, Amnistía Internacional y Human Rights Watch sobre el infierno libio en el que sobreviven entre 400 mil y 700 mil migrantes, o echar una mirada al reportaje desgarrador que la cadena estadunidense CNN dedicó al tema en noviembre pasado, para medir el cinismo de la política no sólo de Salvini, sino también de sus antecesores que iniciaron la...

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