El cardenismo canábico

AutorFabrizio Mejía Madrid

Óiganme, pues, los que ahora destruyen la noble planta que eleva al hombre a regiones que con la razón no alcanza. Lejos de destruirla, siémbrenla sin escrúpulos ni tasa; cultívenla y distribúyanla, con fe, porque si nos falta maíz, esa falta tiene, en verdad, poca importancia.

El elogio del humorista a la mariguana -"esa hoja torpemente condenada por los mismos para quienes es más necesaria"- se da en el nuevo mundo simbólico al que le damos el nombre de "cardenismo" pero que proviene de la base social y cultural de los revolucionarios. Eran ellos quienes la habían popularizado en canciones que ligaban el uso a la guerra, a la espera en los cuarteles, a los viajes en los techos del tren. "La cucaracha", que ya no tiene y por eso ya no camina, más que referirse a alguno de los generales de la Revolución -Carranza es el más asociado a ese corrido-, es el ferrocarril en el que se desplazan las tropas. La Revolución mexicana es pacheca y, por ello, quedará ligada en el imaginario a los soldados y sus amantes: las marías y los juanes. Es el general Francisco L. Urqui-zo el que, en su novela sobre la Revolución, Tropa vieja (1938), describe el uso que las soldaderas hacen de los carrujos encendidos para aliviar los dolores de sus heridos, pero también para ser otro, en mitad del acuartelado que espera morir al siguiente amanecer: "Primero fue una especie de estupor, después una ceguera y un zumbido fuerte en la cabeza. Al ratito, uno como despertar, pero muy raro y bonito; sin cuerpo, sin ganas de nada, como si todito lo tuviera yo. Andar por el aire sin ruido alguno, volar por encima del cuartel, de los pueblos, a través de las paredes. ¡Y un sol! De todos los colores: azul, verde, amarillo, colorado, carmesí. Pajaritos cantadores, música en todas las cosas, sones alegres, canciones. Así ha de ser la gloria, suavecita".

Pero, al llegar al poder, la Revolución prohíbe la mariguana, tal como lo había hecho el porfirismo, aunque no por las mismas razones. Para los "científicos" de la dictadura su consumo ya no era "idólatra" -así lo definió la Inquisición en las condenas contra el Zorro original, Guillén de Lampart- sino que "degeneraba la raza", es decir, que iba "debilitando" a la nación. A la mariguana los porfi-ristas la asociaron al delito, de tal forma que fumarse un churro era la antesala del robo, el arranque homicida y la lujuria hacia las primas. No así Álvaro Obregón quien, ansioso por el reconocimiento de los Estados Unidos a su...

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