Carlos Fuentes hace medio siglo

El fin de México en la Cultura

El miércoles 6 de diciembre de aquel año remoto llegué a las doce y media, como todas las semanas, a la sede de Novedades en Balderas y Morelos, que había sido el recinto de la YMCA (la Guay, Asociación Cristiana de Jóvenes), cruento escenario de la Decena Trágica. El edificio aún conservaba huellas de las balas. Para mí el suplemento era lo más firme del mundo. Con incredulidad escuché de Fernando Benítez que acababan de cesarlo como director de México en ¡a Cultura. La causa no indicada pero a la vista de todos eran los artículos que Benítez y Carlos Fuentes escribían en la revista Política de Manuel Marcué Pardiñas en defensa de la Revolución cubana y muy críticos del régimen del PRI y de Adolfo López Mateos.

En un acto insólito que nunca se ha repetido, para las seis de la tarde la redacción entera había renunciado en solidaridad con Benítez. Entre los colaboradores unos cuantos tenían otros medios de vida. El caso extremo era el de don Francisco Pina, crítico de cine y representante ejemplar del exilio español, quien no contaba para vivir más que con los 200 pesos de su colaboración semanal. Se decidió sacar un número de despedida que apareció el sábado 9 de diciembre.

Doce años antes, en 1949, su gran amigo Fernando Canales había llevado a Benítez al periódico de Rómulo OTarril tras un pleito con Ernesto P. Uruchur-tu, subsecretario de Gobernación, a raíz de la muerte del ministro Héctor Pérez Martínez. Benítez, director de El Nacional, donde inició con Luis Cardo-za y Aragón y Juan Rejano las páginas culturales, se había quedado en la calle como iba a sucederle de nuevo en 1961. Para entonces dirigía Novedades Ramón Beteta, quizá el más destacado colaborador de Miguel Alemán en su paso de 1946 a 1952 por la presidencia.

Alguien llamó mafia al grupo sin grupo de México en la Cultura y la Revista de la Universidad. La expresión se atribuye a Margarita Michelena o a Luis Spota. El natural resentimiento se alimentaba con imágenes míticas de residencias con alberca y autos deportivos. Tenían una base real en la medida en que Benítez compró en efecto, y a plazos, un vehículo de esta naturaleza a cambio de habitar un lúgubre apartamento de renta congelada en Ignacio Mariscal y llevar una vida de trabajo y aislamiento en un cuarto que le prestaba Guillermo Haro en el Observatorio de Tonantzintla.

Por su parte, Fuentes siempre tuvo la habilidad de alquilar casas de amigos ricos que le daban la apariencia de...

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