La casa de Guillermo Tovar, baluarte de la memoria

AutorRoberto Ponce

Un museo de exquisitez porfiriana e insólita riqueza artística abrió sus puertas al pueblo de México el jueves 20 en la calle de Valladolid número 52, colonia Roma-Condesa. Se trata del Museo Soumaya/Casa Guillermo Tovar de Teresa, mismo que gratuitamente recibirá a los visitantes todos los días de 10:30 a 18:30 horas.

El historiador, quien fuera Cronista de la Ciudad de México, habitó esta gema arquitectónica con 660 metros cuadrados y 990 de construcción desde 1997, cuando la remodeló hasta su muerte el 10 de noviembre de 2013.

Dentro permanecen muebles antiguos, significativas obras pictóricas y grabados de época, invaluables fotografías de la Ciudad de México, tapices bordados, vajillas extranjeras y libros únicos; mucho de ello herencia familiar, y también adquisiciones del refinado coleccionista que fue Tovar de Teresa, quien escribió:

El coleccionismo es un gesto cultural necesario para la creación y el acopio de objetos que, tarde o temprano, serán disfrutados por la humanidad; es una actitud íntima que refleja la fineza de una naturaleza eminente que sabe reconocer su valor sin tomar en cuenta su precio y capta en cambio su verdadero significado. La Casa Museo está sobriamente descrita en el texto del historiador y arquitecto Xavier Guzmán Urbiola -que se reproduce en el catálogo de la obra expuesta- titulado La casa del coleccionista. Ahí, el actual subdirector del Patrimonio

Artístico del INBA y autor de un bosquejo bio-bibliográfico sobre Tovar publicado en junio de 2013, cuenta que el inmueble, proyectado hacia 1910, era obra del ingeniero militar Gustavo Peñasco Hidalgo.

El vestíbulo destaca por el óleo del Arcángel San Rafael, obra de Miguel Cabrera (1695-1768); el retrato de Don Cosme Damián Flores Alatorre, de Martín Gaytán Vi-llaseñor (ca. 1806) y el espejo monumental de cristal poblano (ca. 1811), "de Amozoc para ser más precisos".

En la sala se encuentran algunas pinturas de las tantas de su adquisición, entre ellas las de su familia. Además, una Virgen de Guadalupe de porcelana Viejo París, obsequio de la emperatriz Carlota a las damas de su corte; la Vista de la Plaza de México, de Ximeno y Planes (1797), "corazón de la ciudad de sus intereses y amores, y un Pegaso, en vidrio italiano azul realizado con la técnica de soplado, emblema original de la Ciudad de México".

Por el llamado "salón amarillo", Guillermo Tovar se propuso recolectar los rostros de Nueva España y México, comprando cinco óleos de Hermenegildo Bustos...

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