Y cayó del altar

AutorSantiago Igartua

Le colgaron en el pecho una medalla de plomo. Por cuarta vez, el mejor jugador del mundo se encontró segundo, incapaz de ganar una corona para su selección. Falló un penal, y Argentina perdió la final de la Copa América contra Chile.

A Lionel Messi, señalado como extranjero en las derrotas, se le nubló la mirada y miró en la presea una bala de plata. Desorientado, salió del estadio en Nueva York y apuntó contra sí mismo. Disparó:

"Creo que ya está, para mí la selección ya se terminó. La peleé mucho, lo intenté, ya son cuatro finales y no pude ganarlas. Encima me toca errar el penal a mí. Deseaba más que ninguno un título con la selección, hice todo lo posible, me duele más que a ninguno, pero es evidente que no es para mí."

La salida del Reino Unido de la Unión Europea y la consecuente crisis económica mundial fue desplazada por la renuncia de Messi como noticia en cada titular.

Pero ése no fue el primer impulso del genio argentino por terminar con su carrera en el representativo nacional. En el capítulo Mate amargo de la biografía autorizada Messi, del periodista catalán Guillem Bala-gué, se documenta a detalle la pasión que el rosarino tiene por la albiceleste y las frustraciones que lo han llevado del llanto a las ganas de renunciar desde el mismo año en que debutó con el equipo de su país, 2005.

La crónica del desprecio en su patria se inició cuando tenía 13 años -no aparentaba ni 10, apenas rozaba el 1.40 de estatura-, desairado por los equipos a los que su familia pidió costear un "doloroso" tratamiento de inyecciones para sustituir su déficit en la segregación de la hormona de crecimiento. Gracias a un video en el que aparecía dominando una naranja hasta el cansancio, el FC Barcelona lo arropó y desde ahí maravilló al mundo.

Dos años más tarde los españoles le pidieron representar a su país en competencias internacionales. Lionel se negó, como también se negó a hablar catalán en la escuela del Barcelona. Pero los federativos argentinos se rehusaron a convocarlo a las selecciones juveniles durante dos años.

Cuando finalmente accedieron, Messi hizo campeona a Argentina en el Mundial Juvenil 2005 y brincó directamente a la selección mayor, hasta debutar en el Mundial de Alemania 2006. Ahí se enfrentó a las envidias de jugadores insignia, como Juan Román Ri-quelme y Gabriel Heinze.

El primero, según Balagué, no pudo soportar su talento. El segundo, que le clavara un túnel en medio de un entrenamiento. Ambos lo maltrataron hasta el punto de que el chico de 18 años quisiera desertar. No lo hizo.

En 2008 Messi se vio envuelto en una disputa institucional entre el Barcelona y la federación argentina, que exigía su presencia en los Juegos Olímpicos de Beijing. Los argentinos, incluido Diego Maradona, criticaron al pibe -antítesis de la soberbia albiceleste- por no pronunciarse públicamente. Años más tarde sería su entrenador, Pep Guardio-la, quien contaría que fue la desolación del muchacho por no estar con el equipo de su país lo que lo hizo otorgarle el permiso. Y Lionel ganó la medalla de oro.

Pero Messi se hizo grande en Europa, y en Argentina no se perdona el éxito si no es en nombre de la nación entera.

Cada fracaso de la selección mayor -que desde que Messi nació ha ganado dos veces la Copa América (1991 y 1993)- se le achacó al chico de Rosario como si fuera propia. Los argentinos, que prefieren la pasión antes...

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