El cerebro y la música

AutorSamuel Máynez Champion

Desde los primigenios arrullos que las madres le han cantado a sus críos para inducirles el sueño, hasta el calculado uso que las industrias de la publicidad y la cinematografía hacen de ella para evocar emociones que atrapen a sus públicos, la música presta sus dones a raudales. De ahí que debamos reflexionar sobre la posibilidad de que sus funciones sean copartícipes dentro de la evolución y el desarrollo de la raza humana.

Ciertamente, en la teoría evolutiva de Darwin yace un punto muy sutil del que podemos echar mano para iniciar la argumentación. Este nos dice que los organismos vivientes -ya sean plantas, insectos, bacterias o animales- evolucionan a la par de su habitat. Si una especie desarrolla un mecanismo para mantener alejado a un depredador, éste, a su vez, sufre una presión evolutiva, ya sea para crear los medios que dobleguen esa resistencia o bien para encontrar otra fuente de aprovisionamiento. La selección natural es, en suma, una constante carrera de cambiantes morfologías físicas que buscan adaptarse unas con otras; y en esto hemos de inquirir sobre el papel de la música como activador de las funciones cerebrales de los homos erectus y sapiens, pues ahí están las pruebas aportadas por las neurociencias para respondernos.

Por tanto, ¿nos ha servido la música, como la especie eminentemente racional que somos, mientras proseguimos con nuestra supuesta evolución y "ansiado" desarrollo? ¿Han evolucionado regiones particulares del cerebro para que recurramos a la música con tanta vehemencia? Si hay algo de lo que podemos estar seguros es de que la música creada por los primeros homínidos era tan primitiva como era el estadio evolutivo de su cerebro y que, conforme éste se fue desarrollando, lo hicieron también sus creaciones sonoras. No es fortuito entonces que al arribo del Siglo de las Luces, entendido como primer pináculo del intelecto humano que descifra y nombra al cosmos, se gestaran en paralelo algunas de las creaciones musicales de la mayor complejidad hasta hoy conocida, es decir, al momento donde el arte del contrapunto alcanzó sus principales cúspides. Pensemos, por ejemplo, en las fugas de Johann Sebastian Bach(1) y en las obras canónicas de Wol-fgang Amadeus Mozart;(2) siendo poseedores ambos personajes, tampoco es fortuito, de dos de las mentes más brillantes que ha dado la humanidad.

Asimismo, incluyamos en la lista a Albert Einstein, a quien la música proveyó, en su propio decir, de la necesaria conexión con el...

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