El Chapo y el develamiento

AutorJavier Sicilia

Develar es un verbo precioso. Implica la manifestación de algo que está en la realidad de manera encubierta, la sorpresa de una revelación. Ese universo pertenece al arte. Teodoro Adorno lo resume en su Discurso sobre lírica y sociedad: "Las obras de arte son exclusivamente grandes porque dejan hablar lo que oculta la ideología. Lo quieran o no, su consecuencia (...) las lleva más allá de la conciencia falsa".

No sé si la fuga del Chapo -aunque remita a las grandes literaturas de escapes carcelarios como El conde de Montecristo de Alejandro Dumas- pertenezca al arte. Sé, sin embargo, que en el imaginario social ha funcionado de manera semejante a la definida por Adorno. Ha permitido mostrar lo que las masacres, las desapariciones, los asesinatos, las corrupciones del sistema político y la impunidad no han podido: develar lo que la ideología del Estado -es decir, la representación de su realidad- ocultaba: los estrechos vínculos del Estado con el crimen organizado -su ausencia, en sentido ideológico, de garante de la armonía, de la paz-. Por lo mismo, se advierte la necesidad de su inminente transformación. No ha habido ya -al menos en los medios periodísticos que he consultado- nadie que ose defenderlo, y muchos son quienes hablan de la necesidad de un cambio.

Por desgracia, ese desocultamiento no ha sido absoluto. La ideología, que tiene sus subterfugios, ha querido ver en esa evidencia, vivida con sorpresa y asombro, un problema de gobierno, no la inoperan-cia total del Estado, su crisis terminal. Para la ideología política, que es incapaz de concebir un gobierno sin Estado, el develamiento que la fuga del Chapo trajo a la conciencia política se volvió un asunto de gobernabilidad. Si el Estado no funciona y está desfondado, no es porque la máquina ya no sirva o porque el monstruo esté muerto, sino porque el gobierno no tiene la capacidad de recomponerlo o de hacerlo vivir. Y es que el Estado no puede estar de otra manera con un presidente ausente, enfermo, sometido al poder del narco, a la corrupción de sí mismo y de la clase política, a los desdenes de una esposa que ha perdido el mínimo recato de su representación como primera dama, a la impunidad, a la violencia del crimen, a la violación de los derechos humanos, a la miserabilización de la gente. Por lo tanto, para recomponerlo es necesario ponerlo en manos de políticos que estén en condiciones de hacer valer su existencia.

Quizá en las cúpulas ese relevo se esté ya gestando y sólo...

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