Lección de Chile para Egipto

AutorAriel Dorfman

Al examinar, sin embargo, la reciente historia de Chile con menos desazón, me atrevo a predecir, aunque de un modo vacilante y tentativo, una salida posible para el dilema de Egipto.

Después de todo, tras casi 15 años de aquel golpe del 11 de septiembre de 1973 contra Salvador Allende, el pueblo chileno derrotó al general Augusto Pinochet en un histórico plebiscito, un proceso de recuperación de la libertad que se filmó con gran emoción en la película No. Llegar a ese día triunfal, el 5 de octubre de 1988, solamente fue posible porque habíamos creado trabajosamente la Concertación. Esta alianza vasta y variada de partidos y ciudadanos, que se unieron a pesar de discrepancias políticas mayores, impuso una transición a la democracia tan exitosa que este noviembre venidero Chile va a celebrar su sexta elección presidencial en 23 años. Mi país le ofrece a los egipcios, por lo tanto, una estrategia mediante la cual una población atemorizada y dividida puede derrotar a un régimen opresivo. ¿Es capaz Egipto de reproducir este modelo? Le espera un camino empinado. Chile, a diferencia de Egipto, tiene una larga historia de institucionalidad democrática. Fue precisamente esa tradición la que permitió a Allende iniciar una revolución a través de medios pacíficos, el primer intento de construir el socialismo usando la vía electoral. Tampoco Allende persiguió y encarceló a sus detractores, como lo hizo Morsi, ni trató de adueñarse del poder absoluto. Y por cierto que Egipto, a diferencia de Chile, está carcomido por la discordia religiosa. Cuando un grupo cree que sus adherentes actúan bajo el mandato fundamentalista de Dios, es difícil llegar a un acuerdo con "infieles", "apóstatas" y "heréticos".

A pesar de estos contrastes, el desafío que enfrenta Egipto hoy es penosamente semejante al que los chilenos tuvimos que vencer en 1973, cuando empezaron a caer las bombas y los estadios se llenaron de disidentes. La asonada contra Allende fue posible debido a que las fuerzas a favor de la democracia y del cambio estuvieron profundamente divididas: Los demo-cratacristianos, que debieron haber sido los aliados naturales y progresistas de la Unidad Popular, la coalición que encabezó Allende, terminaron (con algunas honorables excepciones) fomentando el golpe y celebrándolo, bajo la ilusión de que los militares pronto retornarían el país a un régimen constitucional. Este egoísmo y esta ceguera fueron nutridos y cultivados activamente por la CÍA, que deseaba...

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