Cicatrices

AutorGonzalo Martínez Corbalá

Aquel domingo 9 de septiembre de 1973 sostuve una conversación privilegiada con el presidente Salvador Allende. Estábamos en el aeropuerto de Pudahuel y esperábamos la llegada de su esposa Tencha, como le llamaba afectuosamente, quien llegaría procedente de México en compañía de sus hijas Isabel y Carmen Paz, así como de mi esposa.

Fue entonces que el presidente me relató que un día antes, el sábado 8 de septiembre, durante un allanamiento de las fuerzas armadas a las industrias Fensa, se habían disparado entre 3 mil y 4 mil cartuchos. Luego me comentó que ese mismo domingo 9 de septiembre, durante un acto del Partido Socialista que se llevó a cabo en el teatro Caupolicán, el dirigente Carlos Altamirano había llamado a la subversión a los jóvenes marinos. (Carlos me lo negó a mí, explicando que él no había llamado a la subversión, sino que denunció que ésta ya estaba en marcha).

Después de esta conversación con el presidente Allende –a solas con él en el salón oficial de recepción del aeropuerto de Pudahuel–, quedé completamente convencido de que el golpe de Estado estaba en puerta, lo que efectivamente sucedió, como es bien sabido, 48 horas después de esa entrevista.

Una semana después –el sábado 15 de septiembre–, había conseguido los salvoconductos para cientos de personas que hasta esa fecha se habían acogido a la protección de la embajada de México, en apego estricto a los términos del Tratado de Asilo de Caracas de 1954.

Para tratar este asunto sostuve una áspera entrevista con el canciller del régimen militar, vicealmirante Ismael Huerta, quien al principio no estaba convencido de respetar los términos de ese Tratado.

Es que, en el caso de un régimen de excepción; es decir, de un golpe de Estado, como era lo que estábamos viviendo, al jefe de una misión diplomática de un gobierno acreditado en otro le es permitido cruzar notas diplomáticas o tener entrevistas con funcionarios del gobierno de facto siempre que la materia que se trate sea relacionada con el asilo. Y eso era precisamente lo que nosotros estábamos haciendo.

No fue fácil, sin embargo, lograr la salida de los asilados al amparo de los salvoconductos obtenidos en esa entrevista, en la que apelamos además al derecho que asiste a un país asilante a calificar y a otorgar los salvoconductos correspondientes, bajo esas circunstancias y en los términos establecidos por el gobierno que asila, y no por el territorial, sometido, como se ha dicho, a un régimen de excepción.

Acuerdo presidencial

En ese contexto tuve un largo acuerdo con el presidente de México, Luis Echeverría, el cual se llevó a cabo a eso de...

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