Los cielos culturales seguros. El arma y el arte (Segunda y última parte)

AutorJorge Sánchez Cordero

Ubicado en la encrucijada de múltiples civilizaciones antiguas -la persa, la griega de Alejandro El Magno, la budista, la hinduista y la islámica-, Afganistán ha vivido confrontaciones armadas desde el último tercio del siglo XX en forma ininterrumpida. En marzo de 2001 se registra uno de los hechos que marcó el inicio del presente milenio: en el valle de Bamiyán, situado en el centro del país y uno de los parajes por donde transitaba la ruta de la seda, el régimen talibán destruyó con dinamita y artillería las dos estatuas monumentales de Buda construidas en los siglos V y VI.

En la memoria colectiva aún trepida ese atentado. De hecho, las turbulencias en la zona ya habían obligado a resguardar (1999) los tesoros artísticos del Museo Nacional de Kabul en un recinto privado, conocido como Museo Afgano en Exilio, en Bubendorf, Suiza.

De un valor inestimable, estos bienes culturales fueron restituidos a Afganistán en marzo de 2007. Un mes después el Museo de Arte e Historia del Cantón de Ginebra organizó una magnificente exposición -Gaza a la croisée des civilisations-, conformada por 350 tesoros artísticos que fueron proveídos por la Autoridad Nacional Palestina (ANP) y por el coleccionista Jaw-dat Khoudary. En su viaje hacia Ginebra, estos tesoros transitaron por Tel-Aviv y Alejandría.

Los sucesos políticos en Oriente Medio, empero, alteraron significativamente los acuerdos que el museo suizo había concertado con Palestina. En efecto, en junio de 2007 dos hechos proveyeron a esa exposición de una gran complejidad: la toma del poder en ese país por la organización antisionista Hamas, y la revolución popularizada como Primavera Árabe en Egipto, que trazó un nuevo derrotero cultural.

El museo trató de contactar a la ANP durante varios años para abordar lo relativo a los bienes culturales palestinos, pero no tuvo éxito; la volatilidad de la zona hacía imposible la restitución. El contratiempo se agravó porque los resguardos aduanales de los tesoros artísticos habían sido emitidos por Israel y Egipto.

Ante la imposibilidad de la restitución, el recinto europeo optó por depositar los acervos en la franja libre del Cantón de Ginebra, pero el costo de almacenamiento excedía los treinta y cinco mil francos suizos anuales. Para financiarlo, Ginebra tuvo que solicitar subsidio a la autoridad central suiza. Finalmente, la comunicación con la ANP empezó a fluir en su capital, Rama-llah, y en la actualidad ya se exploran vías de solución.

En Irak y en...

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