Cien años de feminismo

AutorMarta Lamas

Para conmemorar ese Primer Congreso Feminista, un comprometido grupo de activistas de asociaciones ciudadanas y de académicas universitarias organizaron unas Jornadas. La participación rebasó todas las expectativas, e incluso llegaron mujeres de varios estados de la República. Durante cuatro días hubo 56 ponencias, cinco mesas de trabajo, además de actividades artísticas y culturales {performances, música, teatro), y se instaló un "tendedero conmemorativo" con informaciones feministas. Yo solamente pude estar el primer día, y me tocó hablar después de la doctora Piedad Peniche y antes de la periodista Sara Lovera. Peniche, nieta y bisnieta de unas de esas congresistas, analizó tanto el contexto que llevó al general Alvarado a impulsar el feminismo como la composición de las congresistas feministas, sus demandas y los debates principales que se dieron. Su rigurosa conferencia fue emocionante y esclarecedora.

Yo hablé de algunos desafíos que enfrentamos y me centré en la necesidad de reflexionar pública y colectivamente sobre cómo los mandatos de la masculi-nidad y la feminidad configuran y sustentan el desequilibrio de poder entre mujeres y hombres, y, por lo tanto, respaldan la desigualdad. El feminismo ha reivindicado los mismos derechos humanos y las mismas obligaciones ciudadanas para todos los seres humanos; así, a lo largo de 100 años ha venido filtrando lentamente la idea de que, aunque mujeres y hombres somos diferentes como sexos, también somos iguales como seres humanos, de manera que deberíamos tener los mismos derechos, las mismas oportunidades y el mismo trato. Señalé que, aunque la política actual incorpora retóricamente el principio de la igualdad social entre las mujeres y los hombres, todavía nos falta mucho, pues amplios sectores de nuestro país viven el sexismo y carecen de conocimiento sobre las formas -abiertas y subrepticias- en que los mandatos de género (las creencias sobre "lo propio" de los hombres y "lo propio" de las mujeres) troquelan nuestra subjetividad y condicionan nuestras aspiraciones y conductas.

Los mandatos de género potencian la desigualdad al sostener una arcaica división sexual del trabajo, que no incorpora los impresionantes cambios tecnológicos y culturales que se han venido dando, y que alimenta al modelo socioeconómico con el trabajo no pagado de las mujeres en las labores de cuidado. Aunque hoy se sabe que el trabajo de cuidado humano es central...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR